MODA Y MUJERES
Muchas veces el bien público está formado por gran cantidad de males particulares.
Anatole France
Las mujeres están de moda. Y Martha Sahagún es la “culpable” del repunte femenino, ya que la hoy Primera Dama se ha convertido en ajonjolí de todos los moles: anda de la Seca a la Meca mostrando sus fotos de boda, tal como lo hacen los cazadores cuando cobran una pieza en vías de extinción. Pescó al “soltero” más codiciado de la comarca nacional (a quien, por cierto, el gusto le duró muy poco, apenas siete meses) y así se convirtió en la envidia de las féminas maduras y soñadoras.
Gracias al rating nacional de doña Marthita, ahora resulta que la actividad política femenina pasó a formar parte de los asuntos de Estado. De repente, los gobernadores y los secretarios del gabinetazo se volvieron más feministas que las propias féminas. Quizás porque tratan de evitar que alguna “grilla” con aroma francés afecte su armónica relación con el presidente de México, el ranchero que, a pesar de las apariencias —por su condición de macho, pues— hasta ayer todavía se conservaba ajeno al control que ha hecho mandilones a los maridos “obsecuentes y comprensivos”.
Entre esta moda, fama o repunte del otrora sexo débil, en unos días más se hará oficial el relevo de Lucero Saldaña de Fueyo, directora general y secretaria ejecutiva de la Junta de Gobierno del Instituto Poblano de la Mujer, además de recipiendaria de los beneficios que prodiga la diosa Fortuna, la misma que, para las decisiones políticas, debió haberse inspirado en el legado de Atenas, ciudad donde Sócrates, Platón y Aristóteles sembraron y germinaron la semilla de la mayéutica, del conocimiento, de las ideas que nunca fueron creadas y de la lógica formal que impulsó el razonamiento.
Lo curioso es que, por la dinámica democrática nacional, ahora serán las propias mujeres las que propongan a la compañera con el mejor perfil profesional. Propuesta que será escuchada y, desde luego, ponderada por Melquiades Morales Flores, presidente honorario; Rafael Moreno Valle, presidente ejecutivo; y los siete secretarios del gabinete poblano que, con la calidad de vocales, forman parte de la Junta de Gobierno.
Debido a los antecedentes de este bello gremio con muchas historias de “agarrones de chongo”, es decir, de profundas diferencias de criterio y estilo, no faltará quien, basándose en esos diferendos, dé por hecho que las damas nunca se pondrán de acuerdo. De ahí la importancia del reto de las dieciséis consejeras (cuatro de ellas ya se retiraron) que comparten la responsabilidad de buscar, escoger, aceptar y convencer a la dama que propongan como probable sucesora de Lucero Saldaña.
En la lista de candidatas figuran Blanca Alcalá Ruiz (quien, según dicen, cuenta con la simpatía y el respeto de la mayor parte de sus compañeras, incluidas aquellas que militan en la oposición); Rocío García Olmedo (con una trayectoria política irrebatible); Silvia Helena del Valle (aguerrida y talentosa); y Cecilia Hernández Ríos (defensora de los derechos y la dignidad de las mujeres campesinas). Cualquiera de ellas podría reemplazar a la nueva senadora. Sin embargo, no todas lograrían la unanimidad a su favor.
Lo importante de este relevo está en que la elegida cuente con la sensibilidad y las habilidades para aprovechar el repunte nacional femenino. Que, sin ser ajonjolí de todos los moles o cazadora de piezas raras y exóticas, incluya en sus propuestas la equitativa participación de la mujer en la vida política del estado de Puebla. Dicho en otras palabras: que no se monte en el cargo para autopromoverse, para impulsar a sus compañeras de partido o para marginar a quienes tienen distinta ideología. Y lo más importante: que combata la misoginia y las actitudes de menosprecio a la mujer, valiéndose, precisamente, de los argumentos que rescataron la dignidad de género.
De alguna manera, pues, las mujeres de Puebla están más que obligadas a tomar en cuenta, para seguir el ejemplo, la moda feminista impuesta en la residencia oficial de Los Pinos. Y de una vez por todas, declararse emancipadas del yugo político masculino.
¡Ahora o nunca! Podría aconsejarles la cazadora Fox.