Qué estupideces hiciste en la pandemia

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Las estupideces de la pandemia no fueron los retos virales ni los bailes en TikTok..

Por aquello de que el mundo se iba a acabar, muchos hicimos tonterías. Unos se raparon la cabeza buscando un nuevo comienzo, otros se tatuaron frases que ya olvidaron su significado, y hubo quien volvió con su ex porque pensó que morir solo era más triste que vivir equivocado. Yo, por mi parte, aprendí a hornear pan y a quemar relaciones. Fue una temporada en la que el encierro no era solo físico, también era emocional: estábamos atrapados en nosotros mismos.

Recuerdo cómo la gente compraba papel higiénico como si sirviera para limpiar el miedo. O los que se volvieron expertos en teorías conspirativas: el virus era invento del gobierno, de Bill Gates, del 5G o de los murciélagos vengativos. Lo que fuera, menos aceptar la fragilidad de la vida. Nos dio terror sabernos tan pequeños, tan prescindibles. Y en ese pánico colectivo, hicimos estupideces con la solemnidad de quien cree estar descubriendo el sentido de la existencia.

También hubo quienes juraron que el encierro los había hecho mejores personas. Que iban a salir renovados, más conscientes, más humanos. Pero al volver a la calle, se pelearon por estacionarse, insultaron al mesero, olvidaron decir “gracias”. La memoria del miedo dura menos que la del ego.

Yo mismo creí que la pandemia me había enseñado a vivir despacio, a valorar los abrazos, el café compartido, la cercanía. Pero bastaron unos meses para volver a correr detrás de la rutina, de las deudas y de las pequeñas ambiciones. Tal vez no aprendimos nada. Tal vez el mundo sí se acabó y no lo notamos, porque seguimos actuando igual.

Las estupideces de la pandemia no fueron los retos virales ni los bailes en TikTok. Fue creer que después de tanto encierro íbamos a cambiar. Que íbamos a salir mejores. Pero salimos más solos, más desconfiados, con la mirada cansada y las manos que ya no buscan tanto.

Así que, por aquello de que el mundo se va a acabar —otra vez—, al menos esta vez ojalá hagamos tonterías con sentido: escribirle a quien queremos, reconciliarnos con lo que fuimos, abrazar sin miedo. Porque quizá el final del mundo no sea una catástrofe colectiva, sino ese instante en que dejamos de sentir.

Tobías Cruz

Revista Réplica