Hoy, leerlo es asomarse al filo de la historia...
En el Archivo General de la Nación y en colecciones privadas suelen aparecer documentos que nos recuerdan que México ha sido, más de una vez, un país al borde del quiebre institucional. Entre ellos, destaca un telegrama fechado el 23 de abril —año difuso en la tipografía gastada—, enviado desde Monterrey y recibido en la Ciudad de México, dirigido con carácter de “muy urgente” al entonces coronel José Álvarez y Álvarez de la Cadena, Jefe del Estado Mayor Presidencial.
El papel, con el escudo de los Telégrafos Nacionales, conserva un mensaje cifrado en largas cadenas de números, como si fueran restos de un lenguaje secreto perdido. Entre esas cifras aparecen, como grietas en la muralla del secreto, palabras que estremecen:
“Tienen listo un golpe… y que es casi seguro que…”
Lo que a primera vista parece un telegrama ordinario, en realidad era una alerta de inteligencia militar: una advertencia sobre un posible golpe de Estado que, según las fuentes remitentes, estaba ya en fase avanzada de preparación. La recomendación era actuar con urgencia y máxima discreción.
El estilo del telegrama revela la tensión del momento. Algunas frases se transmitieron en claro, sin cifrado, quizás porque eran inevitables para dar sentido al mensaje. Lo delicado —nombres, fechas, detalles de la conspiración— se encriptó en secuencias numéricas que solo podían descifrarse con un libro de claves especial, resguardado en el círculo estrecho del poder militar.
El destinatario, el coronel José Álvarez, no era un militar menor. Como Jefe del Estado Mayor Presidencial, estaba al mando de la seguridad directa del Ejecutivo. Que este mensaje llegara a sus manos, en el Hotel Roma de la Ciudad de México, habla de la inmediatez de la amenaza: había que localizarlo donde estuviera, incluso en tránsito, para que tomara decisiones rápidas.
Más allá de la fecha exacta, lo que queda claro es que el telegrama es un espejo de la fragilidad del poder en México. Los golpes de Estado nunca han sido ajenos a nuestra historia: complots militares, caudillos insatisfechos, grupos que buscaban romper el orden político. Este documento es testimonio de que el fantasma de la traición rondaba incluso en los pasillos del poder más resguardado.
Hoy, leerlo es asomarse al filo de la historia: un país que pudo quebrarse en cualquier madrugada y un Estado Mayor que, en la sombra, trabajaba para evitarlo. No es solo una reliquia familiar, es una pieza de la memoria nacional, un recordatorio de que la democracia mexicana ha sobrevivido no por ausencia de conspiraciones, sino por la capacidad de desactivarlas a tiempo.
Archivo privado del General José Álvarez y Álvarez de la Cadena