Los estilos de informar (Crónicas sin censura 148)

Réplica y Contrarréplica
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LOS ESTILOS DE INFORMAR

Una forma para alcanzar la celebridad puede ser esta: expresar ideas sencillas con claridad, ingenio y cortesía.

André Maurois

Lo cortés no quita lo valiente.

Dicho popular

 

La política, como la religión, tiene su liturgia. Pero, a diferencia de los dogmas cuya tradición en muchos casos es milenaria e intemporal y, por ello, no requiere de ninguna prueba, en el ejercicio político los “sacerdotes” sexenales son quienes imponen su estilo. De ahí que en cada gobierno veamos diferentes maneras de presentar los informes anuales. Ocurre en Puebla, como también sucede en otras entidades del país. Se trata, pues, de una especie de “fiesta cívica” que reúne a los miembros de la clase política local y nacional.

Para ilustrar lo dicho, permítame el lector recordar algunos aspectos de este acto solemne por su formalidad política y el origen republicano que lo sustenta, tomando como ejemplo la reciente historia de Puebla.

Después del descontrol político provocado por los relevos en un mismo sexenio (el gobernador Rafael Moreno Valle dejó su cargo a Gonzalo Bautista O’Farril y éste a don Guillermo Morales Blümenkron), Alfredo Toxqui Fernández de Lara pudo recuperar el control gracias a su ortodoxia y profundo conocimiento del modo de ser de los poblanos. Una vez sorteado el primer año —que por los antecedentes parecía el preámbulo de otro cisma estatal—, don Alfredo impuso su estilo personal de gobernar e informar: cuidó las formas y puso especial énfasis en mencionar por su nombre y cargo a la parafernalia política local y nacional, así como a los invitados especiales con cierta jerarquía económica y patronal.

A partir de aquel gobierno se estabilizó el estado y el Auditorio de la Reforma se convirtió en el recinto oficial para los informes anuales.

Guillermo Jiménez Morales siguió con la costumbre de informar en el Auditorio de la Reforma. Igual que don Alfredo, también fue solemne y ortodoxo; sin embargo, hizo de los actos una extraordinaria celebración en la cual, por su discurso conceptuoso y la bonhomía hacia sus invitados, llegó a convertirla en algo así como la reunión nacional anual más esperada. Haga usted de cuenta que los destinatarios de las lisonjas y los reconocimientos parecían recibir, si no el famoso Óscar cinematográfico, sí uno de los codiciados Grammy. Y en ese contexto, la música de viento fue de antología debido a sus parámetros espectaculares: el informe llegó a ser amenizado por los cinco mil músicos que integraban la famosa Banda Campesina, cuyas notas retumbaron en las vísceras de dos presidentes de México: José López Portillo y Miguel de la Madrid Hurtado.

Mariano Piña Olaya es otro de los precursores: en su primer informe se inauguró la heterodoxia diputadil. Esto ocurrió porque los legisladores (a quienes, por cierto, el líder decidió no pagarles su quincena pensando en castigar al diputado que se portara mal) protagonizaron el que podría ser el origen de los pleitos en recintos republicanos de la época moderna. Óscar Vera Arena y Roberto Posos Cuspineira primero forcejearon, después se golpearon y, en un violento abrazo de odio, enredados pues, cayeron redondos sobre sus compañeros, rompiendo —además del protocolo— una de las históricas curules. Asimismo, varios judiciales irrumpieron en el escenario para, sin pensarlo, alterar el orden constitucional. En ese momento se escuchó la enérgica voz del titular del Poder Ejecutivo: “¡Déjenlos!”, gritó Mariano, cenizo de coraje (le estaban echando a perder su acto). “Que solitos se partan la madre”, fue la frase que no se escuchó, pero que sin duda el entonces sorprendido gobernador pensó y quiso lanzar a los cuatro vientos. (Como diputada de la L Legislatura me tocó vivir lo que se relata). Finalmente, se desquitó en el sexto y último informe: a hurtadillas llegó al Congreso local y en la oficialismo de partes dejó su legajo informativo.

Aquella experiencia, combinada con las prevenciones que dicta el “por si las dudas” y “el miedo no anda en burros”, debió haber inducido en Manuel Bartlett Díaz la idea de realizar los informes en la Sala de Sesiones de la Cámara de Diputados. Sus argumentos: respetar la soberanía del Poder Legislativo y enmarcar el acto en la austeridad republicana. Así pues, las invitaciones se redujeron a 150, la clase política nacional empezó a olvidarse de Puebla, los abrazos y las sonoras palmadas dejaron de verse y escucharse, y hubo un “impasse” en las grillas multitudinarias y en los encuentros parafernalios. De no haber sido por su indiscutible talento político y el respeto que generaba su manejo, uso y usufructo de la información confidencial, la sociedad poblana y la clase política estatal seguramente le estarían reclamando esa dizque austeridad. La libró, y hoy se pasea ufano, orondo, por las calles de la ciudad que apenas lo vio nacer.

Como bien lo dijo el exgobernador Toxqui, Melquiades Morales Flores es un político “poblano de Puebla” (otros lo son por accidente o por conveniencia personal), característica que le ha permitido rescatar las tradiciones que fomentan el orgullo de los poblanos. Hoy informa por tercera ocasión; como él dice, da cuenta de los avances de su gobierno “a la mitad del camino”. Y vuelve a hacerlo con un estilo incluyente, plural, poblano, armónico y respetuoso del modo de ser de sus paisanos, costumbre que le ha ganado afectos y el reconocimiento de los gobernados.

Alejandro C. Manjarrez

Revista Réplica