LA QUEJA

Hasta hoy, en las campañas políticas de Puebla no se ha escuchado nada concreto sobre el tema de ciencia y tecnología. Vaya, hasta parece que los candidatos están de acuerdo o que incluso apoyan el proyecto que inició en 1914, cuando Estados Unidos consolidó su patio trasero en Centroamérica, poco después de que sus marines arribaron al puerto de Veracruz.
(Dos años antes de aquel disparejo “combate”, en el cual murieron 200 mexicanos y 4 soldados estadounidenses, los norteamericanos habían invadido Nicaragua, acción con la que demostraron su interés en esa región del continente —incluido, desde luego, el Caribe—, donde, según habían comprobado, existían los más ricos veneros del petróleo, o del diablo).
Junto con esa estrategia hubo otras cuyos resultados todavía siguen vigentes. Por ejemplo: impedir que México encuentre la forma de desarrollar la ciencia y la tecnología que puedan convertirlo en un país de primer mundo; es decir, autosuficiente. Para ellos es mejor la mano de obra que cualquier cosa que implique cierta competencia industrial en potencia.
Y esto, que conste, no es invento del columnista. En el periódico Reforma del pasado 11 de los corrientes apareció una queja de los científicos mexicanos (los pocos que hay) relativa a que el Pacto Nacional ignoró el desarrollo en el campo político de la ciencia y la tecnología. “Mientras no se integren investigación y desarrollo científico y tecnológico —afirmó Luis Álvarez Salas, investigador del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados—, seguiremos siendo un país de tercer mundo, destinado a comprar tecnología y dependiente del exterior. No habrá recuperación económica, mejores condiciones de vida ni nada de lo que nuestro presidente prometió”.
La nota de Reforma también destaca que, desde hace años, la comunidad científica se ha agrupado en varias organizaciones gubernamentales y no gubernamentales con la intención de hacer escuchar su voz. La más importante de ellas es la Academia Mexicana de Ciencias, que ha propuesto en repetidas ocasiones la creación de un Plan Nacional de Ciencias con una perspectiva de 25 años. Pero no ha pasado de ahí.
De igual manera, los científicos criticaron a los partidos políticos —todos—, que han demostrado estar más preocupados por conservar e incrementar sus parcelas de poder que por impulsar lo que debería hacernos autónomos e independientes. Digamos que, sin querer queriendo, le siguen el juego a Vicente Fox, quien, por ejercer el cargo que ostenta, tiene prohibido soslayar temas como el apuntado. Si lo hace es porque la propuesta técnico-científica de los hombres de ciencia mexicanos no encaja en la política de Estados Unidos hacia Latinoamérica. Así de simple.
Sin embargo, como el centralismo ya no existe (o no debería existir), las entidades federativas podrían diseñar y poner en práctica su propio plan de desarrollo científico y tecnológico. Aquí en Puebla, por ejemplo, existen varias universidades con capacidad científica (investigadores) para concebir e impulsar este tipo de desarrollo. Lo que hace falta es el dinero, o quizás el método, o puede ser que hasta la creatividad financiera que ayude a obtener los recursos necesarios para este tipo de proyectos y, en un descuido, hasta el patriotismo.
Ante estas actitudes, no estaría mal que los científicos organizaran un frente común para, a través de la política (y todo lo que ésta trae), lograr lo que los políticos le han negado a México: la independencia económica que trae el desarrollo. Imagínese el lector lo que ocurriría si la agricultura se vuelve más productiva, o si, en lugar de comprar nuestra plata, los japoneses tuvieran que adquirirla lista para fabricar los chips que mueven al mundo; o que mejorara el proceso industrial de algunos vegetales (sábila, amaranto, nopal y otras cactáceas) para dejar de venderlos como materia prima. En efecto: el campo, la minería y la electrónica tendrían mejores derroteros laborales y cesaría la exportación de mano de obra barata. No seríamos traspatio del vecino del norte y dejarían de escucharse los argumentos chambones e incongruentes.