Del libro, Justicia Social, anhelo de México

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Una sociedad informada, estudiosa, ávida de la verdad, es sumamente peligrosa para los malos gobiernos y para aquellos que buscan servirse del poder valiéndose de la demagogia o de la siempre incumplida promesa de servir a la sociedad. ¡Basta ya de peroratas que cacarean la salvación del pueblo!

El mes de octubre de hace 13 años fue editado por el Senado de la República, la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y la editorial Cruman, el libro intitulado, Justicia Social, Anhelo de México, de la autoría del General José Álvarez y Álvarez de la Cadena, Diputado Constituyente de 1917, Jefe de Estado Mayor Presidencial de Plutarco Elías Calles, así como el primer alcalde en la historia de Morelia, Michoacán. Y disculpe usted la referencia personal, mi abuelo materno. Él es uno de los protagonistas activos e ideológicos de la Revolución Mexicana. La obra contiene sus vivencias y opiniones.

A continuación transcribo unas líneas del preámbulo del libro, mismo que terminó de escribir en los años setenta, conceptos que hoy son extraordinariamente vigentes. Aquí la cita:

Sé muy bien que a pesar de que a todos los hombres les ha sido dada la facultad de moldear su destino, en la trama incomprensible de la vida el papel que desempeñamos es insignificante. Todo lo que podemos hacer es templarnos hasta lograr un afinamiento sensitivo que responda a las delicadas vibraciones de la emoción. Las fases que ha de atravesar el género humano están señaladas por el esfuerzo que lograremos realizar para nuestra mejora. La verdad es el único sendero limpio hacia el conocimiento de la belleza, pero también la más devastadora de las virtudes porque de un tajo acaba con la hipocresía de los siglos. Y si esta gran virtud de la verdad, aun cuando pueda probarse y establecerse como un hecho indiscutible, es susceptible también de perturbar las fuerzas existentes de quienes asumen el gobierno de las naciones para su propio beneficio, entonces se emplearán todos los recursos sutiles para lograr su supresión.

Hipótesis racionales, hipótesis lógicas, es a lo más que podemos aspirar los humanos. ¡Pobre humanidad enferma de impotencia intelectual y de raquitismo físico; enferma de odio hacia sus propios componentes y de miedosa hipocresía que impide enfrentarse a la verdad! Es la vida una lucha desesperada del hombre por saber quién es, de dónde viene y a dónde se dirige. Y así camina a tientas descorazonado ante los obstáculos que se interponen en su camino, hasta que cansado suelta al fin la rienda de su cabalgadura y opta por olvidarse de estas trascendentales cuestiones, para seguir sin ánimo y sin interés a sus pretendidos guías, los que se aprovechan de su desaliento para explotarlo diciéndose poseedores de la verdad. Llegan muchos a la conclusión de que es más fácil creer, que verse precisado a investigar. Y esto los convierte en autómatas.

Mas si queremos acercarnos al conocimiento de las leyes naturales que gobiernan al mundo, será indispensable sacudir los prejuicios enfrentándonos a la realidad; apartándonos del camino de los explotadores del temor y de la indecisión, pues si bien estamos condenados a lograr únicamente hipótesis racionales, no debemos cambiar éstas por dogmatismos irracionales, ya que las hipótesis de la verdad valen mil veces más. Y si profundizamos en su estudio, podemos llegar a ser fundamento de una convicción que sea como una luz en el camino, como Luna en la selva.

Hasta aquí la cita.

Una sociedad informada, estudiosa, ávida de la verdad, es sumamente peligrosa para los malos gobiernos y para aquellos que buscan servirse del poder valiéndose de la demagogia o de la siempre incumplida promesa de servir a la sociedad. ¡Basta ya de peroratas que cacarean la salvación del pueblo!

La única forma de superar el daño que ha creado a nuestro país el pésimo e inservible modelo educativo es, como dice el Constituyente, apartarnos del camino de los explotadores del temor y de la indecisión. Y además señalar para denunciar sin miedo a quienes usan la buena fe de los mexicanos para tratar de manipularlos ideológica, cultural y electoralmente. No podemos permitir que tengan éxito.

Gracias y hasta la próxima.

Miguel C. Manjarrez