El hijo de Xóchitl

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México lo señaló y lo hizo pedazos, no todos, obviamente...

Para una madre, los hijos son lo más sagrado.

Hace unas semanas circuló un video del hijo de la candidata de oposición Xóchitl Gálvez. El archivo mostraba al joven en estado de ebriedad, lanzando insultos y denuestos a los guardias de seguridad de un antro en Polanco.

El material fue de inmediato aprovechado por los detractores de la senadora con licencia. Analizar quién lo difundió —si fue una consigna desde el war room de Morena o si algún enemigo personal de la candidata lo guardó para el momento indicado— no es el objetivo de este artículo.

Recuerdo una anécdota de una ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, amiga de mi madre. Ella reunió a sus hijos y les dijo:

—Prepárense, porque ahora que estaré en la vida pública saldrán múltiples acusaciones sin fundamento ni veracidad: que soy lesbiana o amante de algún político. Espero que eso no les afecte en su desarrollo mental, espiritual ni emocional.

Nunca les advirtió que ellos serían blanco de ataques. No se estilaba. No era, ni es, ético.

Con este “gran golpe” a la campaña de Gálvez se abrió la caja de Pandora: los errores de los hijos de los políticos se convirtieron en munición de guerra.

Sin embargo, pronto llegó un freno, una especie de manto protector: el mensaje de Beatriz Gutiérrez Müller. Ella escribió:

“Defiendo y defenderé el derecho que tienen las familias de políticos a ser respetadas en su persona y vida privada.”

Pidió como un favor que los políticos en campaña jugaran limpio. Saludó y abrazó a Juan Pablo, el afectado, y le lanzó una frase poderosísima —al menos así la percibí yo—: “Lo que tengas que corregir que te lo dicte tu propia conciencia, como debe ser.” Extendió además su solidaridad a todas las víctimas y puso énfasis en que los ataques a menores de edad son abominables.

Claudia Sheinbaum también se pronunció: “Con los hijos no”. Recalcó que la contienda es entre candidatas y candidato, que se trata de propuestas y proyectos, no de familiares. Dijo no estar de acuerdo con quienes usaron el video como arma política.

Xóchitl Gálvez, por su parte, habló en varias entrevistas sobre el problema que enfrentaba su hijo, de cómo lo ayudó y del éxito que tuvo al lograr que dejara de beber.

¿Fue deplorable lo que hizo? Claro. Así se lo señaló su madre en público: “Espero que esta experiencia te deje un aprendizaje. Siempre debemos tratar con respeto a todas las personas.”

No sé si Juan Pablo tenga un problema serio con el alcohol o no. Pero si lo tuvo y ha logrado salir adelante, merece un aplauso. Enfrentar a ese poderoso enemigo llamado adicción siempre es un acto de valor.

México lo señaló y lo hizo pedazos, no todos, obviamente. Espero de corazón que este episodio no le impida rehacer su camino. Cometió un error, se disculpó, y no hubo daños a terceros. Cualquier joven que logre librarse de los tentáculos de una sustancia nociva, aunque lícita, debe ser motivo de orgullo para su familia.

Ojalá este lamentable acontecimiento sirva para que las dos candidatas intensifiquen su interés en atacar de raíz el problema de las adicciones en el país.

Miles de jóvenes luchan cada día contra alguna adicción. El abuso de las redes sociales y la obsesión por la gratificación inmediata —el like— han fomentado la búsqueda frenética de validación. Cuando no la reciben, crece la frustración, y en esa debilidad muchos recurren a drogas para llenar vacíos emocionales.

Todas las drogas distorsionan el juicio, afectan el cerebro y frenan el futuro. El problema está presente en todas las clases sociales. Salir de él requiere tratamiento multidisciplinario, especializado y costoso. La mayoría de los adictos, jóvenes, no tienen recursos. Ahí está la tarea de los gobernantes: prevenir e invertir en clínicas con toda la fuerza del Estado. ¿Quién quiere sociedades enfermas y problemáticas?

Lo único que logró la mente perversa que filtró el video fue generar empatía de las madres mexicanas con la candidata afectada.

¿Qué madre no se preocupa cuando su hijo sale de casa rumbo a un antro? Se angustian si bebe, si prueba drogas, si recaerá o no.

Es esperanzador que la próxima presidenta de México sea una mujer. Más aún, que sea madre. Cualquiera de las dos que llegue puede, ojalá, cambiar algunas cosas. Aunque sea un poco. Y ojalá ese poco no sea tan ínfimo como las muestras que usan los encuestadores.

Hasta la próxima.

Miguel C. Manjarrez

Revista Réplica