Un enfoque nacional y local, la solución para el sector turístico

Política
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El turismo en México ha sufrido golpes sumamente difíciles. Desde los desastres naturales, hasta la crisis sanitaria y la mala imagen de nuestro país a nivel internacional...

Los europeos son el viajero ideal. Sus euros son muy bien recibidos en territorio azteca; ahí están, por ejemplo, los vuelos directos de Italia a Cancún. Estos turistas planean con un año de anticipación sus vacaciones: ahorran, reservan, investigan y piensan varias veces antes de decidir.

Tomando en cuenta este modo de operar del turismo internacional, la República Mexicana y sus paradisiacos sitios de descanso se ven afectados por la imagen violenta que proyecta México en el mundo. Basta con ingresar a un buscador para encontrar un sinfín de noticias negativas atiborradas de hechos sangrientos. Esto aterroriza a los viajeros potenciales de cualquier lugar del planeta.

Desgraciadamente, limpiar la imagen de nuestro país es —y seguirá siendo— una tarea sumamente complicada. Supongamos que todo se arregla de la noche a la mañana: la violencia se nulifica y la corrupción desaparece como por arte de magia. Incluso en ese escenario idílico, la operación de “posicionamiento de México como un lugar seguro” tendría que mantenerse durante algunos años para que los viajeros internacionales volvieran a planear sus vacaciones en cualquiera de los muchos lugares hermosos que podemos presumir. Lo deprimente es que no creo que esta violencia cese en días, semanas, meses o quizá años.

La buena noticia para el ámbito turístico es que existe una solución a corto plazo. Además de atender los “temas escabrosos”, los gobernantes deben instalar un plan de difusión turística local, regional y nacional. Existen millones de viajeros en México que no conocen México: poblanos que no han visitado Veracruz, veracruzanos que no conocen Morelos y Puebla, morelenses que no han estado en Puebla ni en Veracruz. En estos tres estados hay cientos de lugares espectaculares que requieren varias visitas para disfrutarlos plenamente.

Hay turistas con poder adquisitivo para hospedarse en hoteles gran turismo, boutique y en los famosos Tesoros de México. También existen viajeros más “modestos” que pueden optar por hoteles rústicos, servicios de turismo alternativo o, por las cortas distancias, simplemente visitar alguno de los miles de restaurantes con exquisita gastronomía que, día a día, se esfuerzan por complacer al comensal.

Una propuesta sencilla para los gobernadores de Puebla, Morelos y Veracruz —y para los alcaldes de las ciudades con potencial turístico en estos estados— es instaurar un circuito que permita al viajero pasar varios días recorriendo lugares en estas entidades. La “ruta” podría ser atractiva para el europeo, estadounidense, canadiense o centroamericano que desea conocer México y que aún no ha sido contaminado por las malas noticias. A la par, cada gobernante, a través de sus Secretarías de Turismo o Consejos de Promoción Turística, podría promover a los otros estados o ciudades importantes, para que sus ciudadanos cuenten con una oferta turística cercana, accesible e interesante. Siempre y cuando, claro, las autoridades competentes no sean tan incompetentes que ni siquiera conozcan su propia ciudad o estado. Créame: hay casos.

Ahí está el reto para los gobernadores vecinos. Menciono a estos tres estados solo como ejemplo de distancias cortas. Así que, respetables autoridades, en lugar de dar el brinco a Europa para asistir a la FITUR de Madrid, pongan mayor énfasis en los resultados inmediatos que están a la vuelta de la esquina. Y si se encuentran con el gobernador de Oaxaca o de Hidalgo, la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, la gobernadora de Tlaxcala o la de Veracruz, júntense para intercambiar turistas y alegrar a los miembros del sector hotelero-restaurantero y afines.

Es muy sencillo: una buena promoción turística en los estados vecinos —y en la propia casa—, sin tanto cuento y con difusión efectiva, puede hacer que el sector mire hacia un futuro promisorio.

Hasta la próxima.

Miguel C. Manjarrez