El regreso de Valeria
Llegó el día en que Valeria saldría de la clínica de adicciones. Existía la posibilidad de que estuviera más tiempo, pero Mario sabía que ese era el día. Sin embargo, no se enfocó en esperar mensaje alguno; su atención estaba en otras cosas, en una rutina diaria. Al llegar la noche, Mario recibió el mensaje por WhatsApp.
–Hola Mario, ya salí del reclusorio. Me gustaría verte pronto, me haría muy feliz.
Mario respondió:
–¿Cómo te fue?
Valeria contestó que bien, que había sido una experiencia diferente. Ya era de noche, por lo que Valeria le indicó que platicaran luego con detalles sobre lo que vivió en los 35 días que estuvo allí. Se despidió, pues había tomado un ansiolítico que la llevaba al país de los sueños por las noches.
Mario la escuchó diferente. Los mensajes de voz de Valeria le dieron esperanza, pues se escuchaba otra persona: pausada, clara, centrada, con un tono de voz lleno de vida.
Mario durmió tranquilo.
Al día siguiente, recibió un mensaje de buenos días. Le preguntó cuáles habían sido las actividades en la clínica, si tenía padrino, si había realizado los doce pasos y cómo había salido en sus estudios del VIH. –Sí, los doce pasos fueron muy interesantes. Ahora viene el verdadero reto: cada día echarle ganas y salir adelante.
–Sí. Si quieres, te voy pasando todo lo que he aprendido. Tengo un video muy bueno de un drogadicto que tocó el fondo más hondo y hoy es un empresario exitoso. Te lo envío, solo que termine un compromiso que tengo.
–Por supuesto, lo espero. Me gustaría verte pronto, insistió.
–Claro, luego vemos. Te envío en un rato la publicación.
Pasaron un par de horas. Mario envió el video de YouTube a Valeria, pero el mensaje no fue recibido; se quedó con una palomita. Mario lo chequeó una hora después, y así pasó toda la noche. Cuando ya habían pasado más de cinco horas, Mario empezó a preocuparse. Nuevamente, el miedo de que estuviera consumiendo lo consumía a él. En su diálogo interno se empezó a convencer de que no era su problema. No creía que hubiera un consumo tan pronto después de salir de la clínica. No lo encontraba lógico. Se repetía: “Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que la viste. No puedes regresar al mismo lugar del que lograste salir. De esa obsesión de querer salvarla. De no saber qué estaba haciendo”.
Logró dormir.
Al día siguiente, a mediodía, volvió a revisar el chat; seguía sin recibir el mensaje. Le escribió:
–¿Recaíste? Si es así, regrésate a la clínica. Debes cortar el consumo para que no dañe tu mente y tu cuerpo. Habla con los expertos.
Pasaron las horas y no llegaba el mensaje. A las 10 de la noche respondió:
–No pude con la ansiedad, tuve que consumir.
Mario recibió la noticia como un balde de agua fría. Le indicó que buscara ayuda, que si no podía dejar de consumir ingresara a la clínica por más tiempo, que debía estar en desintoxicación. Le explicó que dejar una adicción era muy complicado, pero que conforme pasara el tiempo, las cosas se facilitarían.
Mario le dijo a Valeria:
–He estado investigando que, para que el cerebro se regenere, se debe dejar de consumir por un año. Busca lo que necesites para dejar de consumir. Si necesitas una clínica, acude de inmediato. Si necesitas un anexo, también. Si requieres unos madrazos, también. Lo que tengas que hacer, hazlo. Entrégate al tratamiento. Te pido de todo corazón que no me busques mientras consumes. Me emocionó lo de la clínica, pero no es mi camino. No me hace bien estar enganchado a tu proceso. Te deseo, como siempre, que encuentres a Dios, que te cuide y te proteja. Ojalá entiendas qué es lo que tienes que hacer para salir de ese infierno en el que te metiste.
Valeria no contestó, solo respondía los mensajes con emoticones.
Mario volvió a vivir aquella pesadilla de meses atrás. Se sintió muy triste. Recordó todo lo sucedido y, esa noche, con un fervor absoluto, le pidió a Dios que protegiera a Valeria, que le diera fuerzas para salir de ese abismo, que si tenía que tocar fondo, no lo hiciera de una manera desastrosa.
Mario decidió no volver a ver a Valeria. Salir de allí. Esperar lo mejor para ella.
Pasaron unos días. Mario retomó su vida. Volvió a la risa, la felicidad, los proyectos. Empezaría su primera conferencia. Se encontraba motivado. La ilusión de salvar a los jóvenes de caer en una adicción era, hoy, el propósito de su existencia. Comenzó a recordar todas las enseñanzas que recibió en este duro proceso de crecimiento. Lo plasmó en una libreta que llevaba a todas partes. Ahí escribía todo lo que recordaba. Faltaban dos meses para su primera aparición frente a un grupo de jóvenes preparatorianos. Seguía pensando en Valeria. Escenarios catastróficos venían a su mente, pero los atacaba con la esperanza de que encontrara la fuerza para dejar de hacerse daño, para curarse, para vivir.