La conferencia
Mario arribó al campus de una universidad prestigiada de la Ciudad de México. Ahí tendría la primera conferencia masiva a un grupo de jóvenes que estudiaban la preparatoria.
El auditorio se encontraba abarrotado. Mario sintió un nerviosismo salvaje. Recordó la técnica para controlar la ansiedad. Respirar profundamente por cuatro segundos, mantener el aire por siete y exhalar por ocho segundos. Repitió el ejercicio cuatro veces. La calma regresó a él.
Después de las presentaciones protocolarias, Mario pidió a los asistentes que sonrieran, luego que se carcajearan sin motivo, que lo fingieran, los cientos de jóvenes empezaron a replicar una especie de concierto de risas que duró unos minutos. Después de aquel ritual para relajar al auditorio, el nuevo conferencista pidió que gritaran con todas sus fuerzas. La energía del lugar cambió completamente, los jóvenes se encontraban contentos, relajados y lo más importante, atentos.
Comenzó la participación de Mario.
Jóvenes, la adicción a alguna sustancia química es una tragedia descomunal para el adicto y sus seres queridos. Una vez que la víctima se engancha a alguna droga, es muy difícil –pero no imposible– que salga de la dependencia a la misma. Puede empezar con el alcohol, seguir o mezclar con la mariguana, para después introducirse al asqueroso mundo de las drogas sintéticas como el cristal (metanfetaminas), la cocaína o la heroína.
El adicto muta en una persona con el juicio equivocado, nublado, no tiene autocontrol y no piensa en las consecuencias de sus actos. El cerebro se convierte en dependiente de aquella porquería y lucha con el individuo por contarle la historia de que sin tal o cual droga no se puede vivir. Existe un autoengaño y no hay consciencia de la destrucción que provoca el químico.
El dependiente de sustancias destructivas se ve envuelto en una espiral de autodestrucción, que somete al individuo al escape recurrente a las consecuencias de sus actos erróneos. Es tan grave para el adicto lo que ha hecho mientras se encontraba bajo el influjo de alguna sustancia química que, según él, necesita olvidar o no responsabilizarse de sus actos con otras personas o hacia él mismo. Su cerebro le indica que para acabar con el sufrimiento, la única opción es aquella droga que lo hará sentir pleno y feliz. Su día a día es un círculo de consumo que no puede controlar, y la cantidad de droga que toma lo destruye física, emocional y mentalmente con cada gramo de sustancia malévola.
El adicto precisa tocar fondo para realmente extraer desde lo más profundo de su alma la voluntad para dejar de dañarse de una manera irreversible.
Algunos descubren el fondo en la primera resaca de una borrachera con amigos. Para otros es aquel brote psicótico por el abuso de alguna droga potente. Otros no soportan la sensación de paranoia que invade su diario vivir. A otros les llega la hora de cambiar en el momento que tienen pérdidas importantes: el trabajo, una buena pareja, o alguna pérdida patrimonial. No pocos, para desgracia de sus cercanos, tocan fondo cuando matan a alguna persona mientras manejan su automóvil en estado inconveniente. O bien, cuando en un ataque psicótico asesinan a la pareja o a los padres mientras imaginan que son presas de algún demonio, y en efecto, así es, son presas de sus propios demonios.
La muerte por sobredosis también es un fondo, pero el último y no poco frecuente.
Un porcentaje de adictos que han tocado todos los fondos, quedan sin nada, solo con la necesidad de consumir a toda costa. Es ahí cuando roban, se prostituyen, secuestran o caen en células delictivas que les proveen su “paraíso químico” a fin de seguir sobreviviendo. Mal viviendo, dirían algunos. Pero hay un precio que deben pagar. La adicción a alguna droga es sin duda un infortunio monumental.
Los jóvenes pueden probar la droga por curiosidad, pero si la usan o la adoptan para suprimir algún tema emocional como la depresión, la ansiedad, alguna herida de la infancia, etc., es posible que la hagan parte de su vida y con ello se encuentren frente al principio de su destrucción física y mental. El uso de las drogas provoca trastornos mentales gravísimos. Un porcentaje alto se engancha después de la primera vez, sí, de un solo consumo.
Los seres queridos que rodean al adicto caen en una espiral de desesperación, y en su afán por protegerlo y salvarlo, se ubican en una situación conocida como codependencia.”
La codependencia es un vínculo patológico que se da entre “el salvador” del adicto y el adicto. Cualquier madre o padre, al ver que su hijo está inmerso en el mundo de las adicciones, hará lo que sea necesario para tratar de salvarlo. Esto se transforma en una prisión para “el salvador”. El interés por el otro se convierte en una obsesión. El codependiente (madre, padre, familiar, amigo o pareja) deja de hacerse cargo de sus propias necesidades, no se cuida a sí mismo, no trabaja en sus proyectos, no realiza actividades recreativas, no piensa en otra cosa que no sea la recuperación del enfermo.
Según Melody Beattie, autora del libro “No seas codependiente”, es normal estar tan agraviado cuando se convive con una situación anormal. La tarea para el codependiente es vivir en paz y soltar el vínculo con el adicto. No tratar de controlar a los demás y volverse loco.
La codependencia es una enfermedad crónica y mortal.
Es imperante hacer énfasis en que el adicto es el único que puede salir del infierno en el que se metió, ya sea por sus malas decisiones o los fantasmas que habitan en su mente.
Resulta sumamente complicado lograr salir de ese mundo sin apoyo psicológico, voluntad y disciplina. No siempre se cuenta con los recursos para acudir a una clínica de adicciones, recibir terapia y un tratamiento médico. Es necesario un tratamiento integral para rescatar al adicto, situación que tiene atrapado a ese ser querido que antes convivía sanamente con sus familiares. Ahí está, detrás de esos pensamientos catastróficos y de esa mente alterada por el veneno que consume y lo consume. Es una persona con un trastorno mental que debe tocar fondo para después vivir lo mejor posible. Nadie puede obligarle a nada. Como familiar, pareja o amigo, se puede aconsejar el ingreso a un tratamiento en una clínica o en algún grupo de apoyo gratuito como alcohólicos o drogadictos anónimos. No más. Es imposible salvar a alguien que no quiera salvarse.
Se necesita que los jóvenes conozcan cómo están elaboradas las drogas químicas y sus efectos a corto y largo plazo, y cuáles son las herramientas para decir ¡No! En caso de tener algún tema que atormente sus mentes, recibir información de manera general para después acercarse a la ayuda profesional de su preferencia.
El gobierno debe tener un plan integral para el tratamiento de adicciones a personas de escasos recursos. A fin de cuentas, es responsable del crecimiento del problema por no poner un freno a la distribución.
Si alguno de ustedes tiene un problema de adicción, acérquense con algún familiar. Ellos los aman y estarán ahí para ayudarlos. No tengan miedo. El hablar con sus padres sobre una posible adicción puede evitarles problemas mayúsculos a ustedes y a su círculo cercano. Dicen los que saben que cada adicto afecta a por lo menos diez personas en su entorno. No te dejes arrastrar al abismo lleno de animales ponzoñosos.
En los múltiples trabajos de investigación y libros que he consultado, uno de los factores en común para salir de las adicciones es la meditación, el mindfulness (la liberación de la mente, estar en el aquí y en el ahora), es un procedimiento sencillo al alcance de todos los que tengan acceso a YouTube, Spotify, Instagram, Facebook, etc. Verán cambios extraordinarios. Son 7 minutos al día.
Los adictos pueden salir de la situación horrible en la que se encuentran, aceptar el problema y buscar la ayuda para no volver a consumir. Entregar sus problemas a su Dios y aplicar la fuerza de voluntad que todos los humanos tenemos.
Imagina llegar a una fiesta y que te ofrezcan una copa con Drano (destapa caños). Seguramente dirás: ¡No, gracias! Investiga qué contiene la metanfetamina, parece ser más sano el Drano. Si los jóvenes supieran qué les ofrecen exactamente, de igual forma dirían: ¡No, gracias!
La mente puede ser tu aliada o tu enemiga, pero esa sí la puedes controlar.
No somos nada sin la mente, pero la mente no es nada sin el espíritu, sin la fuerza de voluntad, sin el alma, sin la energía, sin el corazón, sin el amor, sin los otros órganos.
Esos son los aliados que tenemos para luchar contra nuestro cerebro, con el propósito de no permitir que nos haga pasar malos momentos. Educarlo a pensar en positivo, a no suponer, a abrazar los pensamientos rumiantes que cercenan la paz, para analizarlos y así entenderlos, resolverlos o desecharlos.
Aunque somos mente y, sin ella, no somos nada, podemos ordenarla. Debemos entrenarla para parar, para decir no, para no permitir, bajo ninguna circunstancia, que se haga adicta al sufrimiento, al pesimismo, a una sustancia nociva, a la maldad, a los malos hábitos que generan cortisol y, a su vez, ansiedad.
La mente requiere respiraciones, meditación, ejercicio físico y mental, naturaleza, bondad, disciplina, buenas costumbres alimenticias, y compañías que le generen paz y armonía.
El entrenamiento de la mente requiere enseñanza. Rutinas diarias que la esculpan como una fortaleza de acero que frene cualquier agresión externa.
Solo tú, y nadie más, puedes entrenarla.
Solo tú, y nadie más, puedes permitirle la felicidad.
Solo tú, y nadie más, puedes hundirla en el infierno.
Como le hables a tu mente será el resultado de tu vida.
Como trates a tu cuerpo será el resultado de tu éxito o de tus fracasos.
Como respetes tus valores será tu prosperidad o tu ruina.
El cerebro requiere de elementos químicos para su óptimo funcionamiento, como son la serotonina, la dopamina, la epinefrina, la norepinefrina, la acetilcolina, el ácido gamma-aminobutírico y el glutamato. Las drogas tan potentes y mortales que te pueden ofrecer generan, según los malandros que las ponen en tus manos, los químicos del “bienestar y la felicidad”, pero estos solo se dan durante cortísimos períodos de tiempo y pueden ser sustituidos por acciones sencillas.
Ejercitarse, relajarse, escuchar música, bailar, leer, meditar, reír, abrazar, estimula las endorfinas.
Comer sanamente y en las horas programadas (comida, desayuno y cena) nos da serotonina. Carnes, frutas y verduras, cereales y luz del sol: el remedio.
El exceso de esta sustancia producido por las drogas químicas ilegales deteriora la mente y la memoria.
La dopamina se libera cuando un objetivo se cumple. Los objetivos a corto plazo son los ideales. Al lograrlos, hay que celebrarlos. Una pequeña dosis de chocolate al día es el camino a la felicidad.
El elemento químico que ayuda a disminuir el estrés y baja la probabilidad de engancharse a alguna adicción es la oxitocina. La llamada hormona del amor se produce con momentos placenteros de la vida. Masajes, abrazos, contacto físico y reuniones con familia y amigos, son acciones que incentivan su segregación.
Si fuéramos una sociedad que abraza sinceramente a los semejantes, sin duda seríamos un país envidiable.
La mente necesita de estos químicos para funcionar de manera perfecta. No descomponerse por la falta de estos o perjudicarse de forma irreparable con sustancias químicas ilegales, que potencializan la generación de los químicos necesarios para una estabilidad mental. Son drogas que terminan desestabilizando a los consumidores, quienes cada vez necesitan más para sentir lo que sintieron al principio, y terminan destruyendo literalmente su mayor activo: el cerebro.
La complejidad de la mente, en ocasiones, deja a los expertos en la disyuntiva de recetar sustancias químicas para nivelar la falta de las mismas en el cerebro. Es un asunto totalmente válido, pues la ciencia médica ha encontrado la forma de reparar el cerebro suministrándole lo que requiere para estabilizarse. Pero antes de llegar a la visita con el psiquiatra, puedes entrenar tu mente en positivo. Tú frenas los pensamientos tóxicos, la tormenta de calamidades que imaginas.
¿Cómo?
Muy sencillo. Abraza, ríe, sé feliz, aliméntate sanamente, ejercítate, acude al cine, pasea en un parque o bosque, camina, trabaja y logra. Resuelve cosas, celébralas, date baños de sol, sin exagerar y con protector solar si eres de tez blanca o piel sensible. Vete de vacaciones, aunque sea en el patio. Escucha tu música favorita, la que te relaje. Vive el presente, platica con tus demonios, entiéndelos, muéstrales compasión, corrígelos o deséchalos. Perdónate.
La familia ayuda. Si después de hacer una intervención al familiar (enfrentar la situación desde la empatía, el respeto y la calma), este no se quiere tratar, dale su espacio y permítele su derecho a destruirse, y salva el entorno familiar.
Existen clínicas privadas y grupos de apoyo gratuitos como Al-Anon.
En diferentes testimonios, me he percatado de que, entre más rápido se haga esta acción de ayuda profesional a las familias, el adicto tiene mayores posibilidades de salvarse. Ahí le indican a la familia cómo enfrentar la situación y los pasos a seguir.
En la mayoría de los casos, el adicto es apoyado desde la comprensión y el amor por su familia, y sale adelante. En otros, el enfermo, al ver que su familia está siendo tratada, se motiva para hacer lo mismo.
Para finalizar les leeré un poema de mi autoría que dice así:
La escalera a la gloria
Imagina una escalera,
desde el infierno que habitas,
o del que apenas escapas,
peldaño a peldaño,
la vas construyendo.
Tus manos se hieren en clavos,
las sogas te raspan la piel,
la sangre dibuja tu sacrificio,
el sol te sofoca,
y bebes agua, más agua,
mientras el cielo parece lejano.
Cada escalón
es un suspiro subido,
cada nivel
un grito de vida.
Te lo aseguro,
con todo mi corazón,
que allá arriba, la vida es hermosa.
Se disfrutan las pequeñas cosas:
el amanecer,
la comida,
la conversación sencilla,
la compañía fiel,
el abrazo cálido de tu mascota.
El sabor del verdadero amor
se revela en lo más simple.
Te lo aseguro,
desde lo más profundo,
que la vida en la sobriedad
es mil veces mejor
de lo que imaginas.
Los buenos momentos,
los revives sin culpa,
sin resaca,
sin dolor.
Al alcanzar la gloria,
solo hay consideración.
A ti mismo, por cuidarte,
y a los demás,
por enseñarles
qué es el verdadero
amor propio.
Y, como cierre, les leeré un poema que escribí para una novia adicta que me arrastró a un espiral de caos y destrucción del cual logré salir. Porque sí, el amor tóxico también es una adicción.
Lo titulé Tú eres mi fentanilo.
Recuerden, chicos: esa sustancia mata rápido. Te consume, te convierte en un zombi. Y ahora la están mezclando con casi todas las drogas para volverlas aún más adictivas. Cuídense, valórenlo todo. No se destruyan por un impulso que, aunque suene duro, muchas veces es estúpido. Un momento de debilidad puede arruinarles la vida.
Ahora el poema
Poema de amor moderno
En el momento que existió un amor carnal
Me enganché a ti
Aunque enamorado, nunca fui feliz
No conocí la calma
Sí, la pasión y sus cadenas irrompibles
Fue una relación fugaz, solo unos meses
El olvido nunca llegó
El sufrimiento fue brutal, duradero, desgastante
Era yo un zombi
Mi vida no existía, solo había sufrimiento
Otra persona fue el antídoto momentáneo
La medicina paliativa
A falta de entrega total, el remedio se iba, carecía de efecto
Otra vez, tú, mi fentanilo, regresaste para aliviar por unos momentos
El alma herida
Y después, destruir lo poco que quedaba
Amor eterno, sí, correspondido, no
¿Hay alma más oscura que aquella que daña y destruye el amor que se le otorga?
Y vuelve a hacer lo mismo una y otra vez
Sí, las hay
Tú, mi fentanilo,
Me has dejado confundido
Sedado
Deprimido
Hipóxico
Muerto
Después de darme por instantes placidez extrema
Casi matarme o condenarme a un eterno penar
Dios y mi amor propio lograron que luchara
Peleara con todas mis fuerzas
Estuviera en una rehabilitación constante
Para liberarme y ser libre, feliz, pleno
Y listo para recibir el amor
Me niego a pensar que solo existe gente inmunda
De ser así
No existiría tanta magnificencia en el mundo
Chavos, siempre habrá un hijo de puta.
Siempre habrá un hijo de puta que te ponga la droga enfrente y te diga que se siente rico y no te hace nada.
Siempre habrá un hijo de puta que se aproveche de tu juventud para usar tu vulnerabilidad como gancho y te convierta en un adicto.
Siempre habrá un hijo de puta que te presente al dealer y a su demoníaca mercadotecnia para que siempre lo tengas presente.
Siempre habrá un hijo de puta que con mentiras te dé a probar el cristal del diablo y acabe con tu potencial para convertirte en un ser extraordinario.
Siempre habrá un hijo de puta que conozca tus debilidades e insista, e insista, e insista hasta hacerte caer en ese infiero que aún no conoces o de donde estabas a punto de salir.
Siempre habrá un hijo de puta que ante una sobredosis te abandone a tu muerte.
Siempre habrá un hijo de puta que aproveche que dejaste de ser humano para robarte, violarte, matarte.
Siempre habrá un hijo de puta que te diga que de ahí no se sale, que es mejor disfrutar la vida en paraísos efímeros e infiernos interminables.
Siempre habrá un hijo de puta que huya ante el reto de ayudarte porque no ve ningún beneficio propio y piense que eres un caso perdido.
Siempre habrá un hijo de puta que te recomiende métodos extremos, fuera de la norma, de la ciencia, sin pruebas de su efectividad que te hundan más.
Siempre habrá un hijo de puta que te regale la primera prueba, esa que te destruirá y matará.
Se puede, se sale, se intenta, se vuelve a intentar, se vive, se es feliz, se disfrutan las pequeñas cosas de la vida más que cualquier droga, una vez que te muestran la salida, te tienden la mano y sales.
Millones de adictos viven hoy en plenitud, paz y tranquilidad.
Ningún miedo puede existir cuando se trata de salvar tu vida.
Acércate a las personas que te quieren y pide ayuda. El amor no juzga. El amor apoya.
Di a tus seres queridos que ahí estás para ellos si es que notas que están en algún tipo de adicción. Los regaños no funcionan, el amor salva.
El amor es paciente; el amor es bondadoso; el amor no es envidioso ni jactancioso ni arrogante ni grosero. No insiste en su propio camino; no es irritable ni resentido; no se alegra del mal, sino que se alegra de la verdad. Todo lo soporta, todo lo cree, todo lo espera. El amor no tiene fin.
Recuerda: probar una droga puede conducirte a una adicción destructiva, una enfermedad que no solo te afecta a ti, sino también a tu círculo más cercano, a tu futuro. Las drogas son paraísos efímeros que desembocan en infiernos interminables. No las pruebes. Y si ya estás atrapado, pide ayuda.
Existe gente dispuesta a apoyarte: tus seres queridos y millones de adictos recuperados, quienes, tras haber transitado ese mismo camino y haberlo dejado atrás, están comprometidos a tenderte la mano. Ellos te ofrecerán su apoyo y consejos claros para que comiences una vida productiva, equilibrada, sana y maravillosa.
No estás solo.
No tengas miedo.
De lo contrario, comprende que las drogas solo conducen a tres destinos: la cárcel, el hospital o la muerte.
La conferencia terminó con el público puesto de pie, ovacionando. En ese momento, Mario entendió su propósito: ayudar a los menos afortunados mediante conferencias, libros y recursos económicos, brindándoles el tratamiento integral necesario para superar las adicciones.
Al finalizar el evento, Mario recibió un mensaje de texto. Era de un familiar de Valeria. Ella había fallecido por una sobredosis. Mario se quedó estoico, en estado de shock. Ese doloroso desenlace, tan cercano a su corazón, se convertiría en el motor que lo impulsaría a seguir adelante, con un nuevo propósito hasta el último día de su vida: impedir que otra Valeria destruyera la suya.