Reparación de vidas catastróficas: Capítulo 36. Buscando mi herida de la infancia

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Buscando mi herida de la infancia

Llegó el día de la segunda tertulia entre adictos en recuperación. Mario insistió en querer ayudar a Valeria. Alcatraz le pidió una foto, y Mario sacó el teléfono, tardando un poco en mostrarla.

—¿Qué pasa, chavo? ¿No la encuentras?

—Las borré todas. Eliminé cualquier comunicación con ella. La bloqueé, estoy en contacto cero.

—Eso del contacto cero es lo mejor. No tener la sustancia a la mano. Para ti, ella era tu droga.

—Intento encontrarla en internet. Tiene una biografía en LinkedIn… Aquí está. Guau, sentí dolor al verla.

—Es normal.

Alcatraz tomó el teléfono.

—Mario, es bastante normalilla. Y tiene cara de psicópata. Seguro no tiene niña interior… Tiene un Chucky.

Las risas retumbaron en la sala.

El semblante de Mario cambió. Ya no estaba a gusto.

Jan intervino:

—Mario, no les hagas caso. Son muy bromistas. Ya les he dicho que sus comentarios a veces hieren, sobre todo si no hay confianza.

Lo que me preocupa es que aún te duela, y que quieras ayudarla. Amigo, las personas adictas son ingobernables. No puedes ayudarlas a menos que ellas mismas lo deseen. Tienen el cerebro comprometido. Cuando consumen en exceso, es casi imposible dejarlas. Ven a los amigos o a los amores como simples objetos que les pueden beneficiar. Todos los adictos en activo son narcisistas, psicópatas, ególatras, soberbios, lujuriosos. Aman por momentos y detestan la mayor parte del tiempo. No es que tu exnovia sea mala, es una enferma mental. Tienes que aceptar eso. No puedes hacer nada.

Debes despedirte de ella para siempre. Créeme, alguien la ayudará. Si llega a recuperarse, sería contraproducente que estés a su lado, porque inconscientemente te relacionará con el consumo. Tú estabas con ella en sus peores momentos. Por el bien de ambos, déjala ir, deséale suerte y pide por ella. Recuerda que ninguno de nosotros dejó de consumir por presión. Nos tuvimos que dar nuestros propios chingadazos. Ella necesita vivir su proceso, aceptar su derrota y entregarse a Dios o al tratamiento. Cambiar su vida.

—¿Has trabajado tu niño interior? Ahora que salió lo de Chucky…

—No realmente.

—¿Por qué? Hay muchas situaciones que tomas desde la perspectiva de ese niño interior, es decir, desde tus heridas de la infancia. ¿Cómo fue tu infancia?

—Pues, inusual. Mi mamá murió al darme a luz, y mi papá me dejó con una tía. Ella estaba siempre ocupada, era importante, y fui criado por nanas y chóferes. Desde la preparatoria viví solo. Siempre tenía coche y lana para salir cuando quisiera, pero también sacaba buenas calificaciones. Mi papá sólo me llama en mi cumpleaños.

—No, pues eso explica muchas cosas. ¿Te puedo dar una especie de diagnóstico psicológico?

—Claro, psicoanalízame.

—No, hombre, nada de eso. Es que soy cliente frecuente de los profesionales de la salud emocional. Así deberíamos llamarlos, para quitarles el mote de “psicolocos”.

Primero, tienes una herida de abandono. Tu papá literalmente te abandonó. Desde pequeño sufriste esa herida y no la sanaste. Por eso te aferras a las personas: tienes miedo de que te abandonen.

Haces lo que sea para que no te dejen. Das amor, cariño, consuelo. A veces, el miedo al abandono nos hace vernos necesitados de amor, y eso asusta al otro. Nos volvemos demandantes y empalagosos, y la otra persona termina huyendo.

—¡Ah caray! Me suena.

—Sí. Sólo hay que estar consciente de la herida. Amarnos a nosotros mismos y no necesitar de nadie para que una relación no sea dependencia. Más bien debe ser un convivir en libertad y felicidad.

También tienes una herida de rechazo. Quizá te culpes, aunque sea inconscientemente, de la muerte de tu madre. O tal vez sientes que tu papá te echó la culpa, y por eso no te quiere ver.

Mario cambió abruptamente su expresión. Jan hizo una pausa antes de preguntar:

—¿Voy bien o me regreso? Si te molesta, aquí lo dejamos.

—Sí, me cayó como balde de agua fría, pero sigue. Yo aguanto todo.

—Bien. En esta herida, no te sientes merecedor de un amor verdadero. Por eso, a veces buscas personas que no están sanas, mental ni emocionalmente. No son maduras, no tienen un proyecto definido en la vida, y evaden sus demonios al estar siempre de fiesta.

Lo que realmente quieres, lo rechazas, porque no te sientes digno de ello. Miedo a que te rechacen, entonces rechazas primero. Te sientes tan mal que temes que descubran tu lado oscuro. Mejor huyes o permites que te traten como basura, porque, en tu mente, eso es lo que mereces.

—¡Auch! También me suena. ¿Hay más heridas? Seguro las tengo todas.

—Sí, pero por ahora basta con esas dos. También están las de injusticia, traición y humillación, pero ya hablaremos de ellas.

—¿Ya hablaremos?

—Sí, ya es tarde. Pero no te preocupes, luego te enseño a sanar tu niño interior. Por ahora, según mi psicólogo, puedes escribir una carta de perdón. Perdónate por todas las veces que te rechazaste, sobre todo tus sueños. Fírmalas diciendo: No me rechazaré a mí mismo nunca más. Soy como soy, y está bien. Cambiaré lo que pueda mejorar y aceptaré lo que no pueda cambiar.

Además, haz una lista de las cosas que haces solo y fíjate cómo te sientes. La soledad escogida es maravillosa. Mucha gente no puede estar sola porque su mente los traiciona. Ahí entra la importancia de la meditación, el enfoque en el trabajo o en tareas simples, como limpiar, regar las plantas o lavar los trastes. Eso ayuda a relajarte.

Leer también funciona. Aunque a veces los pensamientos no te dejan concentrarte, lee el mismo párrafo hasta que lo entiendas. Escoge temas que te apasionen. No te pongas con La fenomenología del espíritu de Hegel, a menos que te guste. ¿Me explico?

—Gracias por los consejos. Creo que en este grupo entenderé muchas cosas.

—Claro, a todos nos costó. Años en la penumbra, pero una vez que encuentras la luz y trabajas con los programas, te conviertes en un chingón.

La pequeña reunión se despidió y se retiró. Mario pasó toda la noche investigando en Google cómo sanar al niño interior, reflexionando sobre la idea de que su padre pudiera rechazarlo por la muerte de su madre mientras él llegaba al mundo.

Llegó el día de una tercera tertulia entre adictos recuperados.

Reparación de vidas catastróficas

Miguel C. Manjarrez

Revista Réplica