Reparación de vidas catastróficas: Capítulo 35. La pandilla

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La pandilla

Llegó el día. Había tocado la casa de la pareja de Jan: una transexual que imitaba a Cher y se hacía llamar “Alcatraz”, por ser alta, delgada y extremadamente blanca. Además, era una adicta recuperada de cristal, la droga que había controlado al ex amor de Mario, Valeria.

Después de las presentaciones, el grupo de seis personas —Mario, Jan, Alcatraz, Ezequiel y Aurora— comenzó a hablar de sus experiencias. Desde luego, Mario volcó su interés hacia Alcatraz, por la familiaridad que tenía con el cristal.

– Disculpa, Alcatraz, ¿qué es lo peor que te pasó por consumir cristal?

– ¡Chicoooo, qué directo!

– Te lo pregunto porque mi exnovia es adicta a las metanfetaminas y dejé de verla hace meses. Al principio vivía pensando que terminaría muy mal, pero luego le deseas todo el bien y le pides a Dios que la saque de ese camino oscuro.

– Pues, chavo, seguro terminará muy mal. Ojalá tenga amigos y familia que la ayuden.

– ¿Y tú, podrías hablarme de tu historia?

– Claro, para eso estamos aquí. Te contaré la historia de mi vida, tráiganse un gran plato de botana y las aguas de jamaica y horchata. Y claro, café para el que quiera. Dirás, estos abuelos… pero no, nos divertimos hasta más que cuando consumíamos. Nos queremos en demasía. Como te imaginarás, por mi forma de ser, muy femenina, desde pequeña me molestaban mucho en la escuela. No me aceptaba, pensaba que era algo muy malo y, pues, después de años de maltrato psicológico por parte de los cavernícolas de mis compañeros y hasta de algunos profesores, llegué a la adolescencia y empecé a tomar con amigos. Luego probé la marihuana e incrementé mi consumo de alcohol. Después llegó la cocaína. Y en una fiesta loca, en una especie de bosque, La Marquesa, me dieron a probar el kriko (cristal) y, pues, olvídate. Sentí algo increíble. Se me olvidaron mis problemas y por un buen rato. No era como las otras drogas, era mucho más potente y duradera.

Al principio no había consecuencias físicas ni mentales. Pero después de consumir unas semanas, empezó el infierno. Me sentía bien, pero me veía peor. Me daban unos malestares espantosos por no dormir días enteros o no comer. El estómago me dolía horrible. La cabeza me estallaba, me dolía todo como si me hubiera atropellado un camión. Me sentía muy mal de estar consumiendo drogas. Sentía que todos hablaban de mí. En una ocasión me grabaron teniendo sexo en la sala de una casa, en una fiesta. Había como 50 personas. Decían que estaba ahí, en medio, toda vomitada e inconsciente, mientras me violaban. O bueno, yo me dejé, por la calentura que te da el consumo del cristal, pero no se disfruta. Puedes estar horas ahí y, pues, con sus consecuencias. En unas semanas sobria, me realicé exámenes de enfermedades venéreas… las tenía todas. Lo que más me impactó fue salir positiva al examen del VIH. Ahora tomo pastillas todos los días. Aunque ya no es mortal, por decirlo así, te estigmatizan. Cada vez que compras medicinas, te sientes juzgada. Y te queda un poco de paranoia del consumo.

– ¿Y recuerdas cómo te contagiaste?

– No, la verdad no. Hice muchas estupideces que no recuerdo. No sabes lo que haces. Borras todo de la mente. Es tan grande el trauma que tu cerebro te protege. La verdad sé que hice cosas inimaginables, pero no quiero adentrarme en eso. Ya estoy enferma, tengo que tomar medicinas toda mi vida y ser sumamente responsable para no contagiar a Jan.

– Me dejaste sin palabras. Y me imagino lo peor en la vida de Valeria, mi ex.

– Claro, pero tú no eres responsable en lo más mínimo. Ella puede ser algo responsable por entregarse tan fácil a ese mundo, porque al principio hay una ventana para decir: “de aquí no soy”. Es más, puedes reconocerte como una persona con personalidad adictiva y decir: Me voy a enganchar e ir directamente al infierno.

–Me preocupa; quiero ayudarla.

–Nadie te puede ayudar. Tienes que hartarte de ser una piltrafa controlada por una sustancia que tú mismo compras. En el fondo, todos queremos vivir. Dicen por ahí: “Tírate al mar y vas a luchar para llegar a la orilla, vas a luchar por no tragar agua, no vas a tomártela toda de un jalón para morir”.

Todo trae consecuencias. Algunos mueren, otros quedan paralíticos, inservibles mentalmente, con enfermedades como el sida o el cáncer, o, de plano, se mueren. Es la peor faceta del hombre: crear algo para destruir al prójimo a cambio de una ganancia económica, sabiendo que el cliente dejará de serlo. No sé, creo que es un asunto celestial: el diablo llevándose a los débiles de espíritu y Dios tratando de salvarlos, indicándoles que están mal. Saber que si lo vuelvo a hacer, perderé la paz, la sobriedad y la confianza de los míos, y que no podré ser aquel ser que logre cosas extraordinarias.

La reunión terminó con esa reflexión que retumbó en las almas de los presentes. Todos habían logrado vencer el mal. Al percatarse de ello, sus cerebros se llenaron de los mismos químicos que buscaban en las sustancias mortales. Ahora podían sentirlo con agradecimiento y el bien vivir.

Reparación de vidas catastróficas

Miguel C. Manjarrez

Revista Réplica