Reparación de vidas catastróficas: Capítulo 27. La codependencia y el gurú

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La codependencia y el gurú

Llegó nuevamente el fin de semana. Mario llamó a Nacho para acudir al mismo lugar de siempre, pero esta vez Nacho tenía un compromiso familiar. Sin compañero de farra, Mario recordó a su amiga Estephanía Fuentes y decidió visitarla en su departamento.

Al llegar al edificio, ubicado en la colonia San Rafael, Mario tocó el timbre del 2B, un departamento en un edificio de los años 40, con fachada de azulejos y ventanales de metal dorado. Una bocina rota respondió con un sonido distorsionado:

—¿Quién?

—Soy Mario —respondió, intentando hacerse escuchar.

Tras un breve intercambio confuso, Estephanía entendió y bajó.

Al abrir la puerta de metal dorado, lo miró con una mezcla de burla y sorpresa.

—¡Pinche Mario! ¿Te persigue la policía o qué pedo? ¿Qué haces aquí sin previo aviso? Pasa, pero te advierto: aquí no hay elevador. Si vienes crudo o colocado, vas a llegar muerto.

Subieron las escaleras entre risas y quejas. Estephanía, siempre directa, no se resistió a comentar:

—¡No manches! ¿Ese carro es tuyo? ¿Qué hace un fresa como tú estacionado en esta colonia? Los vecinos ya están calculando cuánto te pueden sacar si te asaltan.

Mario sonrió apenas, pero no podía ocultar su rostro desencajado.

—¿Qué te pasa? —preguntó Estephanía mientras cerraba la puerta—. ¿Otra vez la misma historia? ¿Qué pasó ahora con tu novia? ¿Ya dejó de meterse todo lo que encuentra?

La expresión de Mario cambió de inmediato. Su amiga notó su dolor y dejó el sarcasmo a un lado.

—Chavo, sigues mal por esa tipa, ¿verdad? Mira, te lo digo como amiga: no es una buena persona. Nunca lo ha sido y nunca lo será.

Se sentaron en la sala, una mezcla de muebles viejos y decoración vintage que combinaba perfectamente con la personalidad excéntrica de Estephanía. Ella continuó:

—Créeme, si no la ves más, es un regalo de la vida. Después de esto, saldrás más fuerte. Pronto te darás cuenta de que mereces estar con alguien como tú: decente y bueno. No dejes que te jale a su infierno.

Mario suspiró.

—Perdón… Perdón por venir así, sin avisar. No puedo disimular mi dolor.

Estephanía lo miró con ternura y luego chasqueó los dedos como si tuviera una idea brillante.

—Ya sé. Tengo un amigo que puede ayudarte. Es un personaje único. Se llama Karlos, con K. Es un señor que lee las cartas y tiene más historias que la Biblia. Además, por su edad —como cuatrocientos años—, seguro puede darte un consejo que te cambie la perspectiva.

Mario sonrió por primera vez en toda la noche.

—¿Crees que funcione?

—Claro, precioso. Karlos es como un chamán urbano. Te va a decir verdades que duelen, pero a veces eso es lo que uno necesita. ¿Te late que lo vayamos a visitar?

—Vamos.

—Dame chance de acicalarme un poco. No quiero parecer una de las de aquí a la vuelta —dijo, señalando la calle Sullivan, famosa por sus trabajadoras sexuales.

Mientras Estephanía se preparaba, Mario paseó la mirada por el departamento. Era un espacio pequeño, pero acogedor, lleno de libros apilados en los rincones, plantas en macetas de colores y cuadros de arte abstracto. Por unos momentos, sintió un poco de calma.

—No vamos a juzgar a tu exnovia, recuerda que cada quien es un ser individual. Las personas tienen el libre albedrío de ser y hacer con su vida una historia virtuosa, un ejemplo de vida, o una historia de terror, un verdadero cagadero.

Reparación de vidas catastróficas

Miguel C. Manjarrez

Revista Réplica