Para los periodistas jóvenes que se atreven a recorrer este sinuoso camino, sabiendo que el periodismo no es un oficio dócil, sino un acto de servicio y de rebeldía. Para quienes convierten la palabra en faro y en espada, dando voz a los silenciados, protegiendo a los desprotegidos y desnudando a los políticos que se sirven y no sirven a la sociedad. A ustedes, que enfrentan la censura con dignidad y defienden, aun con la vida, la libertad de expresión. Que las duras realidades nunca los obliguen a claudicar ni a pactar con la mentira, porque en ustedes late la respiración más honda de la democracia.
Prólogo
Hace casi veinte años nació la revista Réplica bajo mi dirección, aunque su historia había comenzado diez años antes. Hoy, mientras me preparo para celebrar esas dos décadas de trabajo ininterrumpido, decidí reunir en este libro los 100 artículos más leídos. Algunos son de los primeros pasos, ingenuos y apasionados; otros se escribieron en los días oscuros del COVID; otros más son recuerdos rescatados del cajón virtual: reflexiones sobre la cultura, la ecología y hasta sobre el amor. La mayoría, como siempre, giran en torno a la política, y varios a las adicciones, tema que me ha acompañado por años de investigación y desvelos.
Vengo de una familia que me marcó y a la que debo más de lo que alcanzo a decir. Froylán C. Manjarrez: exlegislador, exgobernador y exdirector de El Nacional, periódico que marcó época. Luis C. Manjarrez: exlegislador y exdirector del noticiero Clasa. Gilberto Bosques: diplomático y periodista, hombre de dimensiones históricas. José Álvarez y Álvarez de la Cadena: revolucionario y legislador, jefe del Estado Mayor Presidencial, presidente municipal y, en su juventud, director de una revista rebelde. Todos ellos fueron pilares de mi formación. Y, sobre todo, mi padre, Alejandro C. Manjarrez: periodista crítico en un México donde eso era casi imposible. Lo vi resistir presiones, persecuciones, amenazas; lo venció la enfermedad a los 80 años, pero nunca el silencio.
Cuando le pedí usar el nombre de su revista política, fundada en 1996, me dijo: “No lo hagas. No te metas al periodismo”. Sin embargo, tras escuchar mi idea, me apoyó. Desde entonces vivo con esa advertencia que fue, al mismo tiempo, advertencia y bendición.
Réplica nació en un aula pequeña donde éramos apenas 25 jóvenes escuchando a productores y directivos de la Corporación Interamericana de Entretenimiento. Primero soñé con trasladar esa chispa de inspiración a un proyecto para jóvenes: una serie de conferencias con ponentes, ejemplos de éxito en sus áreas. Pronto descubrí lo feo del mundo: cobros indebidos, robo de ideas, la mezquindad disfrazada de cortesía. Pero la decepción no me derrotó. Desde mi trinchera levanté Réplica: un mosaico de política, cultura, salud, orientación, entrevistas y entretenimiento. Siempre con un principio rector: que cada texto aportara algo, que invitara a reflexionar, que acompañara al lector en su propio camino.
Esa primera etapa fue resistencia pura. Aprendí que en México la persecución a la prensa crítica es proporcional a la corrupción del gobierno. Lo viví en carne propia: auditorías, amenazas veladas, anunciantes presionados por emisarios del poder. El SAT convertido en verdugo mensual, la mano de Rafael Moreno Valle señalando enemigos. Yo era el responsable legal y, por tanto, el blanco. “Hasta donde aguantes”, me decía mi padre. Y aquí sigo.
Hoy Réplica vive su segunda etapa: una revista más madura, sin perder el filo. El espacio donde jóvenes periodistas conviven con voces experimentadas, con un fin común: darle visibilidad a los invisibles, exhibir la corrupción, insistir en la justicia social. Algunos colegas se pierden en el camino, tentados por los beneficios fáciles o quebrados por la presión. Por eso siempre repito lo mismo: si quieren ser periodistas críticos, tengan un ingreso fuera del periodismo y una vida sin dobleces. Si los atacan, que sea por casos fabricados, nunca por armas que ustedes mismos entregaron. Elena Poniatowska me lo resumió con crudeza en una entrevista: “Los políticos: culeras y culeros, así son”.
Este libro es, entonces, un recuento y una gratitud. Aquí están 100 artículos, un pedazo de mí en cada uno. Gracias por leerme. Ustedes son quienes dan sentido a estas páginas, quienes me recuerdan que no escribo al vacío.
Me faltan aún libros por escribir, reflexiones por lanzar, intentos de concientizar a la sociedad sobre lo esencial: la política es servicio, y los políticos son empleados. A veces lo olvidan, y conviene recordarles quién les paga y a quién sirven.
Gracias, una vez más, por acompañarme en este camino. Este libro también es suyo.
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