La estructura electoral ciudadana

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Un tropiezo de cualquier político en busca del sufragio puede cambiar el resultado a pocos días de la elección. Una metida de pata monumental, claro...

La votación del 2 de junio será un ejercicio democrático sin precedentes.

Nunca en la historia de México se había visto una sociedad tan politizada. Hace seis años, los ciudadanos participaron de manera masiva para cambiar las condiciones que consideraban lacerantes para la patria.

Hoy, los votantes están mejor informados sobre lo que acontece en el país. Reciben con interés las propuestas de los candidatos presidenciales y de quienes aspiran a gobernarlos en sus ámbitos inmediatos.

El segundo debate presidencial demostró que una gran parte de la sociedad disfruta de la confrontación. La audiencia del “espectáculo político” creció en cuanto comenzaron las descalificaciones entre los participantes.

La guerra de encuestas, estrategia añeja, ya no determina el sentido del voto. Lo que será decisivo en esta elección, sin duda, recaerá en la voluntad del elector el día de los comicios.

Quienes menosprecian al mexicano se equivocan. Esos analistas que dicen: no votan, no les interesa, están comprados, sólo quieren emborracharse ese día, ya decidieron y no cambiarán de opinión, desconocen una realidad evidente: la conectividad digital forma parte esencial de la vida política del mundo.

Los usuarios de redes sociales, jóvenes y no tan jóvenes, se entretienen, sí, pero también se informan, investigan, leen versiones opuestas, sacan conclusiones, deciden. Tienen cerebro, pues.

Un tropiezo de cualquier político en busca del sufragio puede cambiar el resultado a pocos días de la elección. Una metida de pata monumental, claro.

Los partidos confían en sus estructuras: carruseles, compra del voto, fidelización por programas sociales, “persuasión mafiosa”. Estrategias operadas por sus cuadros electorales, siempre acompañados de su aliado incondicional: el fantasma de la abstención, tan benevolente para ellos.

Los expertos en el oficio del triunfo electoral rezan, me imagino, para que el monstruo dormido allá afuera no despierte; esa bestia que arrasaría con sus pronósticos: la estructura electoral ciudadana.

Una parte de ese monstruo despertó en los comicios presidenciales de 2018. La sociedad no estaba tan politizada como ahora. Entonces los dispositivos móviles ya eran parte del colectivo; hoy, prácticamente todos los mexicanos tienen acceso a ellos, directa o indirectamente, en todas las clases sociales. Y los que no cuentan con esos artefactos tecnológicos reciben información de quienes sí los usan: amigos, familiares, compañeros.

Podemos observar entre los candidatos una competencia real por el triunfo, una lucha encarnizada. Algo saben que nosotros no.

Los votantes conocen su derecho a sufragar. Millones no lo ejercen, no porque ignoren su poder, sino porque simplemente no les interesa un cambio. Su vida permanece en la comodidad —lo que cada quien entienda por comodidad.

Veremos si el monstruo despierta de nuevo para provocar una alternancia, o si permanece tranquilo en el status quo de su propia realidad.

Si el próximo 2 de junio usted ve largas filas, significará que despertó el leviatán electoral. De no ser así, la población estará conforme con la realidad actual.

Lo que será, será.

Hasta la próxima.

Miguel C. Manjarrez