Ciudadanos sanos

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Imagine llegar a una fiesta y que le ofrezcan una copa con Drano (destapacaños). Usted, seguramente, dirá: “¡No, gracias!”. Investigue qué contiene la metanfetamina: parece ser más sano el Drano. Si los jóvenes supieran qué les ofrecen exactamente, de igual forma dirían: “¡No, gracias!”.

Asistí a la conferencia “Codependencia”, impartida por la maestra Magaly Guadalupe Becerra Romero, evento organizado por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, como parte de la campaña “No te pases”, enfocada en la comunidad universitaria con el fin de lograr que los estudiantes de la BUAP sean ciudadanos sanos y libres de adicciones.

La adicción a alguna sustancia química es una tragedia descomunal para el adicto y sus seres queridos. Una vez que la víctima se engancha a alguna droga, es muy difícil —aunque no imposible— que logre salir de la dependencia. Puede empezar con el alcohol, seguir o mezclarse con la mariguana, para después introducirse en el asqueroso mundo de las drogas sintéticas como el cristal (metanfetaminas), la cocaína o la heroína.

El adicto muta en una persona con el juicio equivocado, nublado; no tiene autocontrol y no piensa en las consecuencias de sus actos. El cerebro se convierte en dependiente de aquella porquería y lucha con el individuo contándole la historia de que, sin tal o cual droga, no se puede vivir. Existe un autoengaño, y no hay consciencia de la destrucción que provoca el químico.

El dependiente de sustancias destructivas se ve envuelto en una espiral de autodestrucción que lo somete al escape recurrente de las consecuencias de sus actos erróneos. Es tan grave para el adicto lo que ha hecho mientras se encontraba bajo el influjo de alguna sustancia química que —según él— necesita olvidar o no responsabilizarse de sus actos, ya sea con otras personas o consigo mismo. Su cerebro le indica que, para acabar con el sufrimiento, la única opción es aquella droga que lo hará sentir pleno y feliz.

El adicto necesita tocar fondo para extraer, desde lo más profundo de su alma, la voluntad para dejar de dañarse de manera irreversible.

Algunos descubren ese fondo en la primera resaca de una borrachera con amigos. Para otros es aquel brote psicótico provocado por el abuso de alguna droga potente. Otros no soportan la sensación de paranoia que invade su diario vivir. A algunos les llega la hora de cambiar cuando pierden algo importante —el trabajo, una buena pareja, algún bien patrimonial—. No pocos, para desgracia de sus cercanos, tocan fondo cuando matan a alguien mientras manejan en estado inconveniente. O bien cuando, en un ataque psicótico, asesinan a su pareja o a sus padres mientras imaginan que son presas de algún demonio. Y en efecto, lo son: presas de sus propios demonios.

La muerte por sobredosis también es un fondo. Pero es el último. Y no es poco frecuente.

Un porcentaje de adictos que han tocado todos los fondos queda sin nada, solo con la necesidad de consumir a toda costa. Es ahí cuando roban, se prostituyen, secuestran o caen en células delictivas que les proveen su “paraíso químico”, a fin de seguir sobreviviendo. Malviviendo, dirían algunos. Pero hay un precio que deben pagar.

La adicción a alguna droga es, sin duda, un infortunio monumental.

La labor que está realizando la BUAP merece reconocimiento. Más que informar sobre el delicado incremento del consumo de sustancias ilegales en México y en Puebla, fomenta que los estudiantes conozcan el origen de sus trastornos emocionales y les brinda herramientas para lidiar con ellos.

Los jóvenes pueden probar una droga por curiosidad, pero si la usan o la adoptan para suprimir algún tema emocional —depresión, ansiedad, heridas de la infancia, etcétera—, es posible que la integren a su vida y, con ello, se encuentren frente al principio de su destrucción física y mental. El uso de las drogas provoca trastornos mentales gravísimos. Un porcentaje alto se engancha después de la primera vez.

En la conferencia referida, me llamó la atención la madurez de los jóvenes que participaron. Una estudiante compartió la etapa en la que se encontraba dominada por su violentador. Aceptó que cayó en esa relación por no contar con las herramientas necesarias para cuidarse y ver las banderas rojas —esos comportamientos que indican que existe algún peligro de manipulación o violencia en el vínculo afectivo—.

La codependencia, tema de la conferencia, es un vínculo patológico que se da entre “el salvador” del adicto y el adicto. Cualquier madre o padre, al ver que su hijo está inmerso en el mundo de las adicciones, hará lo que sea necesario para tratar de salvarlo. Esto se transforma en una prisión para “el salvador”. El interés por el otro se convierte en una obsesión. El codependiente —madre, padre, familiar, amigo o pareja— deja de hacerse cargo de sus propias necesidades, no se cuida a sí mismo, no trabaja en sus proyectos, no realiza actividades recreativas, no piensa en otra cosa que no sea la recuperación del enfermo.

Según Melody Beattie, autora del libro No seas codependiente, es normal estar tan agraviado cuando se convive con una situación anormal. La tarea para el codependiente es vivir en paz y soltar el vínculo con el adicto. No tratar de controlar a los demás ni volverse loco. La codependencia es una enfermedad crónica y mortal.

Es imperante hacer énfasis en que el adicto es el único que puede salir del infierno en el que se metió, ya sea por sus malas decisiones o por los fantasmas que habitan en su mente.

Resulta sumamente complicado salir de ese mundo sin apoyo psicológico, voluntad y disciplina. No siempre se cuenta con los recursos para acudir a una clínica de adicciones, recibir terapia y un tratamiento médico. Es necesario un tratamiento integral para rescatar al adicto, ese ser querido que antes convivía sanamente con su familia. Ahí está, detrás de esos pensamientos catastróficos y de esa mente alterada por el veneno que consume y lo consume. Es una persona con un trastorno mental que debe tocar fondo para después vivir lo mejor posible. Nadie puede obligarle a nada. Como familiar, pareja o amigo, se puede aconsejar el ingreso a un tratamiento en una clínica o en algún grupo de apoyo gratuito, como Alcohólicos o Drogadictos Anónimos. No más. Es imposible salvar a alguien que no quiere salvarse.

El esfuerzo de la BUAP demanda ser replicado en otras instituciones educativas y, ¿por qué no?, en las preparatorias. Se necesita que los jóvenes conozcan cómo están elaboradas las drogas químicas, sus efectos a corto y largo plazo, y cuáles son las herramientas para decir ¡No! En caso de tener algún tema que atormente sus mentes, deben recibir información general para después acercarse a la ayuda profesional de su preferencia.

Me he dado a la tarea de estudiar estos asuntos desde hace varios meses, pues estoy escribiendo una novela que abarca temas como la codependencia, las adicciones, las relaciones tóxicas, los psicópatas narcisistas y, lo más importante, cómo salir de estos círculos viciosos.

Para finalizar, dejo a usted algunas conclusiones:

El gobierno debe tener un plan integral para el tratamiento de adicciones en personas de escasos recursos. A fin de cuentas, es responsable del crecimiento del problema por no poner freno a la distribución.

Si usted es padre de un adicto menor de edad, intérnelo en una clínica para su desintoxicación, y después bríndele un tratamiento eficaz.

En caso de que un ser querido adulto no acepte ayuda, debe dejarlo tocar fondo. Dígale que usted estará ahí cuando necesite apoyo para su tratamiento. No se deje arrastrar al abismo lleno de animales ponzoñosos.

Los temas de desarrollo humano y las herramientas de autocontrol necesitan ser expuestos en las escuelas como parte del plan de estudios.

En los múltiples trabajos de investigación y libros que he consultado, uno de los factores en común para salir de las adicciones es la meditación, el mindfulness (la liberación de la mente, estar en el aquí y el ahora). Es un procedimiento sencillo al alcance de todos los que tengan acceso a YouTube, Spotify, Instagram, Facebook, etc. Usted, querido lector, hágalo también. Verá cambios extraordinarios. Son siete minutos al día.

Los adictos pueden salir del espiral horrible en el que se encuentran, aceptar el problema y buscar ayuda para no volver a consumir. Entregar sus problemas a su Dios y aplicar la fuerza de voluntad que todos los humanos tenemos.

Imagine llegar a una fiesta y que le ofrezcan una copa con Drano (destapacaños). Usted, seguramente, dirá: “¡No, gracias!”. Investigue qué contiene la metanfetamina: parece ser más sano el Drano. Si los jóvenes supieran qué les ofrecen exactamente, de igual forma dirían: “¡No, gracias!”.

Agradezco su lectura y hasta la próxima.

Miguel C. Manjarrez