La Pluma y las Palabras (Los plebiscitos del PNR)

Réplica y Contrarréplica
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LOS PLEBISCITOS DEL PNR

Con los actos plebiscitarios celebrados hace breves semanas en el estado de Guanajuato y el domingo próximo anterior en los estados de Querétaro y Colima, el Partido Nacional Revolucionario ha rendido con éxito las jornadas presidenciales de carácter local, que hubo de emprender en el presente como organismo político de la nación.

Todos sabemos que el año que corre se distingue por la ausencia de oportunidades para emprender lides políticas electorales de carácter general; año que —como justamente lo hiciera observar el 1 de enero el primer magistrado de la República— es el eje para el desarrollo del programa de gobierno correspondiente al actual período presidencial. Ninguna elección para renovar los poderes federales ha tenido ni tiene que agitar al país en 1931. Sólo en algunas entidades por concluir los períodos marcados por las constituciones respectivas, para el ejercicio del Poder Ejecutivo, ha sido preciso atender a los trabajos preparatorios para los comicios definitivos en que se hará la designación de nuevos mandatarios.

En las dos grandes contiendas electorales de carácter nacional a las que concurrió como exponente de las corrientes renovadoras del país, el PNR había podido demostrar con amplitud la hegemonía política que ejerce en toda la República, por la claridad y concreción de los principios que informan su programa de acción, por la confianza que merece el régimen revolucionario de parte de las grandes masas del país y por la cohesión y disciplina a los múltiples organismos que integran el partido.

Este, en consecuencia, se hallaba en aptitud de utilizar los contados casos electorales de 1931, como oportunidades propicias para ensayar nuevos sistemas de expresión de la voluntad del pueblo a manera de que se renueven y robustezcan los cuadros del Partido Nacional Revolucionario, permitiendo que sin las restricciones que imponen los estatutos y sin sujeción a las normas habituales en elecciones previas a las señaladas por la ley y con motivo de la designación no del mandatario sino del candidato del partido, el grueso de los ciudadanos de cada entidad expresara sus insinuaciones o simpatías respecto a los diversos precandidatos del mismo partido.

Escogió el CEN del PNR, la fórmula plebiscitaria como la más adecuada para llevar a buen término estas consultas preliminares en razón de que el plebiscito es el modo más puro y más simple en que puede sustentarse el ejercicio de la democracia. Y la determinación de los elementos directores del partido estuvo tanto más justificada cuanto que en algunas entidades se acusaba —con razón o sin ella— a las autoridades locales y a los elementos directores de los distintos comités de estado y municipales, de estar resueltos a sostener una política de continuismo gubernamental, impositivista, con desprecio de la opinión de las colectividades revolucionarias, las cuales no siempre se muestran conformes con la gestión gubernativa o con la conducta de los grupos predominantes en las entidades federativas.

La fórmula acordada por el CEN para que se determinarán en elecciones primarias las candidaturas a gobernador que sostendría el Partido Nacional Revolucionario, permitiría, por una parte que se afianzara la autoridad de aquellos grupos cuya gestión en el gobierno hubiera merecido la sanción pública, toda vez que la consulta plebiscitaria constituiría de hecho un referéndum que exhibiera el estado de opinión de las mayorías; y por la otra, permitiría que las nuevas corrientes y los grupos nuevos en que se enmarcan las esperanzas y los anhelos de las colectividades vendrían a sustituir a aquellos otros cuya gestión al frente del poder en las entidades locales no haya logrado merecer una ratificación de la confianza popular.

El PNR como entidad nacional y representativa de los intereses y las corrientes de opinión creadas por un movimiento de la magnitud y trascendencia de la Revolución Mexicana no podría —ni podrá en lo venidero— vincular su suerte a la de los grupos políticos dominantes en cada entidad federativa, a menos que el dominio de éstos represente en realidad la solidaridad del pueblo revolucionario con sus grupos dirigentes. De otro modo, sería tanto como retrotraer al país a la insana política del “carro completo” impuesta con tan mala fortuna por la dictadura del general Porfirio Díaz.

Claro está que el sistema plebiscitario, en la forma en que, por la premura del tiempo, fue acordado por el CEN, no puede ser de modo definitivo de regir la actuación del partido, puesto que en las justas electorales de carácter interno es lógico que sólo participen los miembros activos del propio partido. Pero, de todos modos el resultado de los ensayos practicados en el presente año significará un dato cierto que servirá para que se determine y se refundamenten los estatutos, la forma como deberá proveerse a la reorganización periódica de las agrupaciones que constituyen el partido, a modo de que estas representen en todo momento, más que el sentir oficial, el consenso de la opinión revolucionaria de cada estado.

Considerando, pues, como una medida circunstancial la que originó la celebración de plebiscitos en Guanajuato, Querétaro y Colima, puede afirmarse que a pesar de las deficiencias y de los excesos que observaron durante su desarrollo significan un éxito para tales propósitos trascendentes del partido.

Desde luego, la objeción que se hacía al acuerdo del CEN en el sentido de que se abrirían las puertas del partido, aunque fuera momentáneamente a todos los sectores de opinión, inclusive a aquellos que tradicionalmente se han manifestado como enemigos de la revolución, lo cual podría traducirse en una derrota parcial de la revolución misma por el triunfo posible de candidatos contrarios a la ideología sustentada por el partido, queda eliminada tras el momento que una vez más, las mayorías se inclinaron en cada una de las entidades sujetas a la consulta, hacia candidatos de la más genuina cepa revolucionaria; y además, porque en las tres entidades que nos ocupan, las elecciones preliminares acusaron un movimiento hacia la izquierda; esto es, se franqueó el predominio de los grupos más radicales que se mueven dentro de nuestro régimen de gobierno.

Además, como lo había previsto el CEN del partido, se ratificó o rectificó la confianza en otros tiempos depositada en los grupos de gobierno, según la gestión que cada uno de ellos ha desarrollado al frente del poder.

En Guanajuato, donde la obra de gobierno del señor Arroyo se ha significado por el espíritu progresista de este mandatario y por el sentido renovador y nacionalista que supo imprimir su gobierno, el resultado de la votación fue favorable al precandidato sostenido por las agrupaciones en que se apoya al gobierno de Arroyo Ch., a pesar del natural desgaste que sufren en la opinión todos los partidos que asumen las responsabilidades del gobierno.

No se operó el mismo fenómeno, en cambio, en Colima ni en Querétaro. En el primero de estos dos últimos estados, a juzgar por los informes semioficiales hasta ahora obtenidos, se produjo un movimiento general de opinión, que vino a favorecer al candidato señor Salvador Saucedo, impetuoso luchador de filiación revolucionaria, que se había apartado hacia largos años de la política colimense. Esto representa que existe en Colima, en el espíritu y en la mente de la mayoría de la colectividad, un afán de renovación total en las esferas directoras y gubernativas del estado; afán que se hizo patente en el último plebiscito.

Finalmente, en el estado de Querétaro, juzgado tradicionalmente como propicia para que arraiguen los grupos rectores, vino a triunfar el precandidato lanzado por las masas agraristas, lo cual significa que la simiente de la revolución germinó fecundamente y ya comienza a espigar en los campos que ayer fueron baluarte del conservatismo.

El sistema plebiscitario adoptado de manera circunstancial por el CEN del PNR, repetimos, ha rendido ampliamente los frutos que de él se esperaban. Hagamos votos porque los datos que de los actos celebrados se desprenden, arrojen luz bastante para que el partido provea la manera de que sus organismos, de ahora en adelante, se renueven en forma de que representen en todo momento el consenso de la opinión revolucionaria en todas las comarcas del país.

El Nacional, 12 de junio de 1931.

Froylán C Manjarrez

Revista Réplica