Reparación de vidas catastróficas: Capítulo 11. El Infierno

Réplica
Tipografía
  • Diminuto Pequeño Medio Grande Más Grande
  • Default Helvetica Segoe Georgia Times

El Infierno

El dolor se intensificaba con cada minuto.

Mario no podía dejar de pensar en los momentos que Érica vivía ahora al lado de otro hombre.

Imaginaba sus risas, sus conversaciones, sus caricias, y cada pensamiento era un puñal que él mismo se clavaba.

La tortura era implacable, pero él, con la obsesión que lo consumía, era su propio verdugo.

Sin encontrar salida, corrió a buscar a Hugo, su camarada, un hombre mayor, casado y aparentemente estable, alguien en quien Mario confiaba lo suficiente para desahogar su tormento. La puerta se abrió, y sin esperar invitación, Mario irrumpió.

–Hugo, abre. Necesito un amigo… –dijo con voz quebrada. Con el rostro crispado por el dolor, comenzó a hablar:

–Estoy realmente jodido. Nunca pensé sentirme así. Siempre me burlé de los dramas, pero ahora vivo el mío, y es el peor. Todo lo que di, todo lo que sentí por Érica, cada momento, cada pensamiento… fue una burla. Desde que la conocí, creí que ella llenaría mi vida, que me devolvería la capacidad de soñar, de creer, de vivir. Pero me destruyó.

Hugo lo escuchaba en silencio, observando cómo la desesperación había vaciado a su amigo de cualquier atisbo de color y fuerza.

–Joven como eres –respondió Hugo finalmente–, entiendo que creas que lo que viviste es único, y tal vez lo fue. El problema es que el amor verdadero, cuando no se valora, se convierte en un castigo. Ella no supo cuidarlo, y quizás nunca encuentre algo igual. Pero tú tampoco puedes aferrarte al dolor; es una cuestión de suerte, inteligencia y madurez.

La sala, de estilo antiguo, con muebles oscuros y olor a nostalgia, parecía absorber las palabras sabias de Hugo. Pero la calma del momento se quebró cuando él, con un aire de complicidad, fue hacia una vitrina, sacó un sobre y mostró un polvo blanco.

–Mira, pequeño –dijo Hugo–, aquí está la solución a tus problemas. Esto te hará hablar, te ayudará a entender y, tal vez, a perdonar.

La vida es un enigma, pero todo está en la mente. Déjala fluir y verás.

Mario lo miró con asombro, pero también con curiosidad. Aceptó. Inhaló una línea.

Reparación de vidas catastróficas

Miguel C. Manjarrez

Revista Réplica