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Hay libros que no se leen: se atraviesan. Se cruzan como quien pasa por una calle oscura donde algo se mueve, aunque uno no quiera mirar. Lo que el vino se llevó, de Armando Barriguete Castellón, pertenece a esa estirpe de obras que no buscan entretener ni aliviar; vienen a incomodar. Son espejos empañados donde cada lector —beba o no beba— encuentra una grieta que preferiría ignorar.
Barriguete, médico y explorador de lo humano, no dibuja al alcohólico como un villano, sino como un enfermo atrapado en su propio espejismo. Recuerda, con precisión clínica y sensibilidad narrativa, que el alcoholismo no es un vicio ni un castigo divino: es una enfermedad progresiva que empieza con la copa celebratoria y termina en la derrota silenciosa del cuerpo, la mente y la familia.
El libro desmonta esa peligrosa normalización del “solo una”, ese ritual aparentemente inocente que, sin darse cuenta, abre la puerta al desfiladero. La mirada se detiene en donde siempre duele: el hogar. Porque nadie cae solo. El alcohólico arrastra a quienes lo aman, los convierte en cómplices por miedo, en custodios del secreto, en sobrevivientes de una batalla que no eligieron. La codependencia, lo dice sin rodeos, es la otra cara del mismo infierno.
Las páginas recorren los pasillos de la negación, la vergüenza, el deterioro, la culpa y el duelo. Pero no se quedan ahí. Con mano firme —y sin recetas milagrosas— el autor abre una ventana a la posibilidad. La recuperación no depende de promesas vacías ni de la voluntad heroica: requiere intervención, comunidad, humildad. Terapia y grupos de apoyo: dos rieles para que una vida descarrilada encuentre de nuevo su trayectoria.
El título, Lo que el vino se llevó, no es metáfora ligera. Habla de pérdidas: la familia, la dignidad, la claridad moral. Pero también insinúa que no todo está irremediablemente quebrado. Que aún queda algo por rescatar si hay valor para mirar la herida y pronunciar su nombre.
Barriguete no juzga ni sermonea. Escribe desde la ciencia y la compasión. Su voz deja claro que el alcoholismo no es un asunto individual, sino un síntoma social, una enfermedad que florece en la negación colectiva y en el vacío emocional de nuestras rutinas.
Este libro debería estar en manos de todo padre, maestro, terapeuta o adolescente. No para sembrar miedo, sino para abrir conversación. La prevención empieza en casa: en el ejemplo, en la escucha, en la palabra que no se evade.
En tiempos donde el dolor se maquilla de celebración y la soledad se esconde detrás de la espuma de una cerveza, Lo que el vino se llevó nos recuerda que existe otra manera de mirar: la de quien decide reconstruir aun cuando todo parezca perdido.
Porque sí, hay vidas que el vino se llevó. Pero también hay almas que, con ayuda y coraje, aprendieron a regresar.
Este libro llegó a mis manos por recomendación cariñosa de una terapeuta experta en adicciones, y ha sido una guía valiosa para seguir profundizando en un tema que me apasiona.
Puede escucharme y verme en el podcast de Revista Réplica, disponible en YouTube y Spotify. Un proyecto que apenas comienza, pero que ya respira con fuerza propia.
Hasta la próxima.
