No tiene sentido no estar en tus cinco sentidos

Salud y orientación
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Los adolescentes observan más de lo que escuchan...

La adolescencia es un momento único de la vida. Un instante vital en el que todo parece desbordarse: la risa, el miedo, la búsqueda de identidad, la necesidad de pertenecer. Es la etapa en la que más intensamente se vive, pero también en la que más fácilmente se puede perder el rumbo. Y es aquí donde surge una de las tentaciones más grandes: el consumo de drogas como una vía rápida para escapar de la incomodidad de ser adolescente.

Lo que muchos no saben es que durante esta etapa el cerebro aún está en construcción. La corteza prefrontal, ubicada justo detrás de la frente, sigue en pleno proceso de maduración hasta los 25 años aproximadamente. Esta zona es la que nos permite planear, medir riesgos, controlar impulsos y tomar decisiones a largo plazo. Dicho de otra manera: es el “director de orquesta” que equilibra nuestras emociones con la razón.

El problema es que el consumo temprano de drogas altera este proceso. La neurociencia lo demuestra: sustancias como el alcohol, la marihuana, los inhalables o las metanfetaminas interfieren con la comunicación entre las neuronas, debilitando las conexiones que se están formando en la adolescencia. Estudios del National Institute on Drug Abuse (NIDA) señalan que los adolescentes que consumen drogas de forma regular tienen más probabilidades de presentar dificultades en la memoria, menor control de impulsos y un riesgo elevado de desarrollar dependencia en la adultez.

No se trata solo de hablar de adicción, sino de algo más silencioso y profundo: la renuncia a un cerebro sano que todavía se está construyendo. Cuando un adolescente consume, no solo se coloca en riesgo de accidentes o problemas legales, también le está negando a su propio desarrollo la posibilidad de consolidarse plenamente.

¿Qué podemos enseñarles entonces a nuestros jóvenes? Primero, que los sentidos son aliados, no enemigos. Que la intensidad de la música, de un beso, de una noche de amigos, de un logro personal, ya es suficiente estímulo. No hay necesidad de apagar la conciencia para sentir más, porque en realidad, las drogas anestesian. Nos quitan justo lo que más necesitamos en la adolescencia: estar atentos, presentes, lúcidos.

Segundo, que el consumo temprano no es un juego. Un cerebro adolescente expuesto a sustancias tiene tres veces más riesgo de caer en dependencia que un cerebro adulto. No es cuestión de moral ni de prohibiciones, es biología. Es mostrarles la verdad con firmeza y amor.

Tercero, que estar en los cinco sentidos es un acto de libertad. Cuando un joven entiende que la euforia más grande está en la vida misma y no en un químico, entonces puede caminar más seguro, más dueño de sí mismo.

Educar en este tema no significa sembrar miedo, sino claridad. Hablar de lo que pasa en el cerebro con palabras sencillas, sin disfrazar la información, pero también sin juzgar. Porque el juicio cierra puertas, mientras que la verdad abre caminos de confianza.

No tiene sentido no estar en tus cinco sentidos. No tiene sentido perder lo más valioso que se posee en la adolescencia: un cerebro en evolución, un cuerpo lleno de energía, un futuro por construir. Y no tiene sentido porque la vida, vivida de frente, ya tiene suficiente intensidad como para necesitar anestesias.

La adolescencia es un puente, y cruzarlo con los ojos abiertos es el mejor regalo que podemos enseñarles a dar y a darse.

Guía práctica para padres y educadores

  1. Habla temprano y claro.

No esperes a que aparezca el problema. Conversar desde edades tempranas sobre lo que hacen las drogas en el cerebro genera prevención.

  1. Usa ejemplos sencillos.

Explicar que la corteza prefrontal es como “el volante del coche” ayuda a los adolescentes a entender por qué cuidarla es vital.

  1. Fomenta la confianza.

Escucha sin juzgar. Cuando un adolescente se siente atacado, se cierra; cuando se siente comprendido, abre el diálogo.

  1. Atiende señales de alerta.

Cambios bruscos en el comportamiento, aislamiento, bajo rendimiento escolar o nuevos grupos de amistades pueden ser indicadores de consumo.

  1. Refuerza las alternativas sanas.

Deportes, arte, música, voluntariado: actividades que dan sentido y placer sin necesidad de sustancias.

  1. Predica con el ejemplo.

Los adolescentes observan más de lo que escuchan. Ser coherente con el propio consumo de alcohol o tabaco es parte del mensaje.

Paty Coen

Revista Réplica