El escándalo
A la mañana siguiente, el escándalo fue el título de las ocho columnas de los principales diarios. Una noticia espeluznante para la época, un asunto delicado, escribían todos los columnistas.
“Senador implicado en asesinato de homosexuales, uno de ellos, prominente empresario”.
Los periódicos narraron los hechos tal como sucedieron, sin añadir amarillismo, pero tampoco con intenciones de limpiar la memoria del empresario abatido por una bala certera.
Como era de suponerse, Érica, la protagonista de esta historia, vio los encabezados, apenas unas horas después de la explosión mediática.
En el comedor, sus ojos se cruzaron con los de su madre, una mujer abatida que jamás volvería a ser la misma. Nunca. Jamás.
La señora Vitrolli estaba condenada a un calvario que duraría más de un año. Las murmuraciones de los vecinos, la burla de las amistades que alguna vez fueron cercanas, las miradas acusadoras en reuniones escolares y el rechazo absoluto a lo ocurrido por parte de la madre de Érica. Por si fuera poco, las declaraciones falsas del senador, quien intentaba salvar su reputación a toda costa, solo añadieron más peso al desprestigio que ya caía sobre su familia.
Érica se convirtió en el reflejo del sufrimiento de su madre y del calvario silencioso de su padre, cargando con una herencia de mentiras y el añoro de un amor verdadero.
En ese mundo fracturado, su único refugio sería Mario, el vecino, su amigo y confidente.