Reparación de vidas catastróficas: Capítulo 10. La muerte en vida

Réplica
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La muerte en vida

Mario estaba solo, mirando el techo de su habitación.

Sus pensamientos eran un torbellino que lo arrastraba sin descanso hacia los recuerdos: el primer beso, la caricia que descubrió los contornos de sus cuerpos, las conversaciones interminables y los sueños compartidos.

Trataba de justificar lo injustificable, repitiéndose como un mantra: “Es lo mejor. Todo pasa por algo. Seguramente es lo que Dios tiene reservado para mí.”

Pero esas palabras, lejos de consolarlo, rebotaban en su mente como ecos vacíos.

El adiós de Érica pesaba más que cualquier pérdida que hubiera vivido. Jamás volvería a estar en los brazos de su “niña hermosa”. No podía conciliar el sueño; los demonios no cesaban. Era un dolor que trascendía las lágrimas, que lo ahogaba desde adentro. Cuando lograba dormir unos minutos, el reloj parecía burlarse de él. Despertaba empapado de angustia: eran las 3 de la madrugada. Su mente caía en un abismo de sueños oscuros donde Érica se transformaba en un demonio cruel, una figura que lo humillaba, lo hería, lo mataba una y otra vez.

Abría los ojos, temblando. Ahora eran las 3:45. Este ciclo de tortura mental se repetía hasta las 9 de la mañana, cuando, exhausto, intentaba convencerse de que debía luchar, de que aún podía recuperarla.

Entonces, escribió una carta.

Érica, amor mío: Quiero que sepas que te amo. Lo único que deseo es estar a tu lado. Desde que te conocí, aunque no lo entendíamos al principio, supe que algo especial estaba creciendo entre nosotros. Lo que comenzó como un juego de descubrimiento se transformó en el amor más verdadero que he conocido. Eres mi razón de ser. Vivo, respiro, sueño, vibro, y pienso por ti. Sin ti, no soy nada. Sin ti, estoy muerto. Sé que soy menor, pero hemos vivido tanto juntos. Momentos que nos han hecho crecer, aprender, madurar. Sabemos lo que queremos.

Reparación de vidas catastróficas

Miguel C. Manjarrez

Revista Réplica