La carta del cuidador

Réplica
Tipografía
  • Diminuto Pequeño Medio Grande Más Grande
  • Default Helvetica Segoe Georgia Times

El árbol que muere...

Desde pequeño fui inculcado a protegerte,

darte oxígeno y vida,

llevarte aliento,

cuidarte y darte abrigo, cobijo y sombra.

Es mi tarea diaria.

En ocasiones tuve el privilegio de que me cuidaras,

me alimentaras,

me dieras la atención para lograr con éxito mis asignaciones,

cumpliendo así con mi destino.

De grande, pude proteger tus propiedades.

Ayudé a que tus hijos se mecieran en columpios y que jugaran conmigo,

a que me escalaran como un gran gigante.

Tú y tus hijos durmieron a mi sombra.

Algunas veces grabaron en la piel de mis entrañas amores eternos.

Hoy que soy viejo, y que he vivido muchos años,

con tristeza te digo, amigo:

ayuda a otros como yo, que no han tenido la misma suerte.

Son masacrados y llevados a lugares infernales donde los desangran,

los explotan y matan los monstruos sanguinarios,

a fin de construir cosas inertes

que sirven para saciar los egos de los consumistas.

Hoy, aquellos que nos atacaron saben perfectamente lo que les espera.

Se sofocan en su miedo, pero no lo afrontan.

No hacen nada por evitar el futuro incierto y lleno de escalofriantes escenas.

Nuestra labor es menospreciada:

evitamos que el agua de las lluvias se escabulla por las cloacas,

traemos agua, mantenemos el clima en condiciones favorables.

Te damos vida; gracias a nosotros respiras.

No nos olvides y cuídanos,

que nosotros lo hemos hecho durante miles de millones de años.

 

Atentamente,

El árbol que muere

Miguel C. Manjarrez