Cuando el cuerpo sueña por ti

Salud y orientación
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 Es cuerpo. Es ciencia. Es alma pidiendo tregua...

No sé si fue por curiosidad, necesidad o por simple agotamiento, pero hace un par de semanas comencé una rutina diaria de masajes de sillón. Nada sofisticado. Diez minutos, cabeza recostada, piernas en alto, movimientos intensos que parecían sacudir recuerdos más que músculos. La sorpresa fue otra: desde entonces, cada noche, sueño. Y no cualquier cosa. Sueños con sabor a emoción antigua, con olor a miedo, con forma de abandono.

El primero fue un pasillo largo donde alguien me esperaba con los brazos abiertos, pero yo no podía correr. El segundo, una maleta que no lograba cerrar. Y luego una avalancha de escenas que parecían simbolizar emociones que había dejado olvidadas en algún rincón de mi cuerpo.

Me pregunté si era posible: ¿puede un masaje mover lo que la mente ha escondido? ¿Puede el cuerpo recordar lo que decidimos olvidar?

Investigué. Porque la curiosidad y el asombro, cuando se dan la mano, son brújula.

No, los masajes de cabeza —ni siquiera los más intensos— no están científicamente comprobados para abrir portales de la memoria o desbloquear traumas como si fueran cofres cerrados. Esa idea, aunque romántica y poderosa, es una simplificación. Pero sí hay algo de cierto en la conexión entre el cuerpo y la mente.

La ciencia habla de memoria implícita y memoria celular. No como archivos que se abren al contacto, sino como huellas que el cuerpo guarda: una contractura que se forma en los años del silencio, una tensión en el cuello que nació en una infancia sin abrazos, un temblor en la mandíbula que recuerda lo que no pudimos decir.

También está la liberación emocional. Es decir, cuando el cuerpo se relaja, la mente baja la guardia. La reducción del cortisol y el aumento de serotonina después de un masaje pueden abrir una rendija emocional. No aparecen recuerdos exactos, pero sí sensaciones, símbolos, metáforas que visitan nuestros sueños. Como si el inconsciente aprovechara el descanso del cuerpo para hacer limpieza interna.

Existen terapias como el EMDR, que sí están diseñadas para procesar traumas usando movimientos bilaterales. Pero no es un masaje. Es una técnica estructurada que busca resignificar experiencias dolorosas. Aun así, ambas tienen algo en común: la idea de que, cuando se mueve el cuerpo, se mueve también la historia.

Hoy no pretendo encontrar una verdad definitiva. Solo sé que cada noche, después del masaje, sueño algo que no sabía que necesitaba soñar. No sé si estoy sanando o simplemente escuchándome por primera vez. Pero cada imagen onírica me deja una pista, una sensación, un nombre.

Y empiezo a sospechar que no es magia. Es cuerpo. Es ciencia. Es alma pidiendo tregua.

Paty Coen