EL AFFAIRE SALINAS LÓPEZ DÓRIGA
Es extraña la ligereza con que los malvados creen que todo les saldrá bien.
—Víctor Hugo.
Al hablador se le va la boca por la boca.
—Dicho popular.
La última acción de la familia Salinas de Gortari se parece al argumento de la novela El todopoderoso de Irving Wallace, libro basado en la manipulación que suele dirigir el trabajo de algunas de las grandes empresas periodísticas estadounidenses.
¿Por qué?
Porque la plática entre Adriana y Raúl tiene los elementos que hacen suponer que lo ocurrido forma parte de una estrategia muy bien pensada, la cual falló debido a la inesperada reacción del hermano incómodo.
Casi le puedo asegurar que el “show” que vimos pretendió sustentar el inicio de un gran objetivo dividido en varias partes. Una de ellas: la presentación del libro de Carlos. Y otra: el uso de todos los medios (televisión, radio y prensa escrita), cuya penetración serviría para presentar a los hermanos Raúl y Carlos como víctimas del poder presidencial. Es obvio que pretendían preparar los argumentos “humanos y jurídicos” a usar en el próximo sexenio.
Antes de seguir con el tema aclaro al lector que mi hipótesis se basa en la perversidad demostrada por el clan Salinas, actitudes que –insisto– parecen sacadas de un libro de política y ficción.
Como a usted le consta, se corrió la voz o rumor de que el expresidente Salinas llegaría a México para presentar un libro con interesantes revelaciones. Incluso, incondicionalmente se filtró a los columnistas que Ernesto Zedillo salía muy raspado. De ahí que todos los medios buscaran la entrevista exclusiva. Empero, el único que tuvo éxito fue Televisa, debido precisamente a la influencia familiar de Héctor Aguilar Camín, conductor de Zona abierta y amigo entrañable (¿o enemigo?) de Carlos el expresidente.
Una vez pactada la plática, debe haber surgido la necesidad de darle un mejor soporte a su difusión en horario estelar. Era necesario quitar las dudas que surgirían si únicamente participaba Aguilar Camín. De ahí la invitación a Joaquín López Dóriga, conductor estrella y periodista con la suficiente preparación y talento para dar fuerza a este tema y, además, garantizar a su empresa más puntos en el rating nacional.
Wallace diría:
“Joaquín, experto comunicador, conoce bien las entrañas de la bestia gubernamental y sabe manejar los hilos de la comunicación masiva.
Con estas dos cualidades tuvo, necesariamente, que pensar en una vertiente adicional. Y buscar otra exclusiva basada en las primeras reacciones del hermano incómodo, preso en alguna de las celdas reservadas para los delincuentes de cuello blanco.
“Una vez garantizada la exclusiva con el político convertido en escritor –supongo que argumentará Irving Wallace–, el periodista levantó el auricular para llamar a Adriana.
‘Quiero que me ayudes –le dijo– para que ustedes también se ayuden. Necesito que después de la entrevista llames a tu hermano Raúl y le preguntes qué opina. Te envío a mi ayudante para que, si me lo permites, grabe la conversación. Lo que intento es reproducir la cinta en el noticiero. Sabes bien que la escucharán veinte millones de personas.’
“El razonamiento, además de convencer a la mujer, le produjo en el rostro el rubor que traiciona a las quinceañeras que ocultan sus pensamientos sexuales. Y la emoción de impactar a los mexicanos le indujo a comprometerse. Sin pensarlo mucho, aceptó la propuesta:
‘–Te agradezco la idea, Joaquín –dijo convencida.’
Y luego pronunció la frase que durante el mandato de su hermano la hizo famosa y popular:
‘Cuenta con mi apoyo.’
“Pero ni la dama ni el comunicador contaron con que el hermano incómodo estallaría en cólera. Los efectos del encierro y la amenaza de más delitos en su contra produjeron en él un sentimiento de venganza irracional. Y sin pensar en sus consecuencias, Raúl… Raúl dijo lo que nunca debió haber dicho.
“La hermana también perdió los estribos. Y cuando se dio cuenta de que las revelaciones estaban siendo grabadas, ya era demasiado tarde. El enviado de Joaquín guardó la cinta como si de ella dependiera su vida. Se negó a entregarla y salió del lugar argumentando que llamaría a su jefe.
“El ‘jefe’ nunca estuvo localizable. Las constantes llamadas se quedaron en el papel que las registró. Joaquín tenía en sus manos oro molido. Y decidió compartirlo con su auditorio. Ese era su compromiso”.
¿Ficción o realidad? Lo que sea, nos ha demostrado que en materia de comunicación la primicia le gana al compromiso. O como dicta la fábula del alacrán y la ranita:
A Joaquín López Dóriga le ganó su condición.