Cuando Miguel de la Madrid fue designado candidato a la presidencia de la República, sus amigos, incluyendo Mariano Piña Olaya, festejaron como si fue el evento del siglo (de hecho para algunos lo fue). Aquellos que habían compartido el pupitre en el colegio Cristóbal Colón o en la Facultad de Derecho de la UNAM, estaban ya en el umbral de la gloria política – burocrática.

El estilo de nuestro gobernador no pudo (y ya no podrá) adaptarse al modo de ser de los poblanos. Desde el principio rompió las reglas no escritas pero implementadas por el uso de la costumbre. No entendió nuestro espíritu churrigueresco, lleno de fórmulas sociales que tanta fama nos han dado en México. Quiso romper los protocolos y acabó por destruir la buena imagen que se había fabricado antes de llegar al estado de Puebla, en calidad de candidato del PRI a la gubernatura de la entidad.

Hace quince años recibí tres valiosos consejos que me han permitido desarrollar y disfrutar el género de la columna. Me los dio Irma Fuentes, a quien solo vi en dos ocasiones, en la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, cuando ella reporteaba para el periódico Novedades y yo para el Rotativo.

Más artículos...