Mi experiencia en CONACYT

Réplica y Contrarréplica
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Desgraciadamente las Asambleas para escuchar puntos de vista distintos y tomar decisiones ya no existen, ahora sólo cuenta un criterio que no tiene fundamento científico ni jurídico.

Tuve el privilegio de estar entre las fundadoras del CONACYT y vi como crecía la ciencia y la tecnología, me preocupa el camino que está tomando.

Muchas personas comparten mi criterio pero también otros se manifiestan en contra de su gestión anterior. Por ello considero necesario compartirles mi experiencia en ese Instituto.

Cuando me invitaron a colaborar en el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología y me explicaron sus objetivos, me pareció un proyecto muy interesante y de gran beneficio para México.

Nos tocó desde ir al aeropuerto a recoger a los investigadores internacionales invitados a la inauguración, hasta elaborar proyectos que ayudaran al desarrollo de la ciencia y la tecnología y proteger nuestros recursos naturales.

Por mi formación académica, Licenciada en Derecho y Licenciada en Ciencias Diplomáticas, de la UNAM y catedrática de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales se me ubicó en el Centro de Cooperación Internacional y se me asignó la realización de trámites migratorios para investigadores y becarios, así como la evaluación para el otorgamiento de permisos a los investigadores extranjeros que lo solicitaran, y que estos pudieran realizar trabajos en nuestro país.

Tengo muy presente el primer caso; pedían autorización para realizar un estudio sobre la mosca Drosophila.

Pensé, ¿que haré para fundamentar mi respuesta de manera documentada y confiable? Así que me comuniqué con el Doctor en biología del Politécnico José Álvarez del Villar, mi hermano muy mayor y le pregunté. Así supe que era la mosca de la fruta y que la utilizaban para estudios de mutaciones genéticas. Él me puso en contacto con los investigadores del Politécnico y yo lo hice con los de la UNAM. Así se creó un instrumento de consulta muy eficiente.

Cuando llegaba una solicitud se pedía amplia información sobre el proyecto de investigación, se enviaba a todos los investigadores del área para conocer su opinión y su interés en participar. Con esta información se respondía al solicitante y se le hacían saber los requisitos para autorizarlos: incluir a los científicos mexicanos que manifestaron interés en participar y comprometerse a entregar copias de sus resultados.

La Embajada Norteamericana fue la primera en protestar, por el cambio en los requisitos. Incluso un compañero con gran cercanía con la misma y se decía que con la CIA, llegó a extraer los expedientes de mi escritorio para informar cómo iba el permiso.

Con mi juventud por delante pensé en la conveniencia de informar de esto al presidente Echeverría y para mi sorpresa conté con su apoyo para restringir la intervención de extranjeros, una gran mayoría solicitaban el permiso como “cruceros de investigación” pero sus intenciones eran otras, por ejemplo, en la localización de cardúmenes de peces pelagicos para atraparlos a la salida del mar territorial, mantos petroleros, ballenas grises y un sin fin de cuestiones que iban en contra de la preservación del patrimonio del país.

Por otra parte pude estar en contacto con los estudiantes que obtenían becas dignas y por ello muy solicitadas, tanto en forma individual como en los intercambios a países muy adelantados, el más exitoso que recuerdo fue el de Japón, como anécdota me llamó mucho la atención que los jóvenes que regresaban de Japón iban conmigo para arreglar los papeles migratorios de sus esposas. Les encantó su comportamiento, en la oficina ellas se quedaban paradas y caminaban detrás de ellos. Seguramente eso ya habrá cambiado.

A los estudiantes se les comprometía, a su regreso, a trabajar en México durante un tiempo, para traer nuevos conocimientos a su país.

Dentro del Consejo de Ciencia y Tecnología trabajaban investigadores de todas las ciencias y especialidades y se efectuaban asambleas para escuchar puntos de vista y tomar decisiones.

Existía una gran cooperación con los Institutos de Investigación y se apoyaron muchos proyectos de calificación óptima.

En esa época alcanzamos un nivel de desarrollo científico y tecnológico muy aceptable.

Años después renuncié al CONACYT por cambio de estado civil y residencia, pero continué en contacto con mis compañeros y supe de sus actividades positivas.

Últimamente me he informado del cambio de prioridades del Consejo. Con la supuesta corrupción de los investigadores, lo cual, en caso de existir, debe denunciarse y seguirse el debido proceso, lo que no sucedió, se retiró el apoyo a los institutos de investigación y se redujeron las becas y los intercambios, se denigró la educación en el extranjero que antes era considerada como una ventaja en la formación profesional.

 Una persona me comentó:

Hoy la ciencia no es importante si no tiene un impacto social inmediato y estoy de acuerdo, los programas de investigación son de resultados a largo plazo y eso no tiene los impactos políticos necesarios para conservar u obtener el poder.

Considero que no debe privilegiarse la ideología o la política en el desarrollo de la ciencia.

Podríamos tener vacunas propias e investigaciones para derrotar a las enfermedades, o construir respiradores y otros aparatos de gran calidad en beneficio de todos los mexicanos.

Rodolfo Arturo Ramírez González, publicó en el grupo Sistema Nacional de Investigadores de CONACYT:

 La vacuna Patria se desarrolló en la Icahn School en Mount Sinaí, Nueva York EUA.

La parte mexicana está en que Avinex ya produce vacunas contra el virus de Newcastle (una enfermedad muy importante en veterinaria de pollos y gallinas) y le van a añadir el invento de Palese et al. (Escuela de Icahn que permite expresar la proteína de la espicula SARS-COV-2).

CONACYT y SRE están metiendo dinero de un fideicomiso FORDECYT y otros fondos y no están dando nada parecido al mismo apoyo a otros cinco proyectos mexicanos que si están desarrollando vacunas.

Desgraciadamente las Asambleas para escuchar puntos de vista distintos y tomar decisiones ya no existen, ahora sólo cuenta un criterio que no tiene fundamento científico ni jurídico.

 

Manola Álvarez Sepúlveda