Estamos infectados de Covid-19, todos, esa debe ser la mentalidad colectiva. Si estoy enfermo y no quiero contagiar a mis seres queridos, compañeros de trabajo, conciudadanos, me cuido...
Lavo mis manos, guardo distancia, uso un cubrebocas previamente probado con el sistema de soplar una flama: si ésta se mueve, no sirve de nada. Debo tirarlo y adquirir uno de buena calidad. En caso de presentar síntomas, me quedo en casa; y si soy una persona en riesgo —diabetes, hipertensión, SIDA, cáncer, lupus— llamo a los números de emergencia para ser, o no, canalizado a una institución médica. Sobre todo, si hay falta de aire, coloración azulada o somnolencia prolongada, debo acudir al hospital de inmediato.
La manera más efectiva de contagio, por decirlo de algún modo, es inhalar la saliva del infectado, lo cual se mitiga con el uso correcto del cubrebocas. Los lugares cerrados, como el transporte público, elevan el índice de contagio hasta siete veces. Lo mismo sucede con las aglomeraciones. El virus entra por los ojos, la nariz y la boca.
Debemos contar con lentes protectores; desgraciadamente son caros y escasos, pero las caretas de plástico cumplen la misma función.
La idea de que todos usen cubrebocas es evitar la expulsión de saliva de los infectados y reducir exponencialmente el riesgo de llevar a nuestro organismo al bicho malévolo.
Las pruebas
El tema de hacer pruebas múltiples a la población ha sido ampliamente discutido en todo el mundo. Algunos piensan que el gobierno debe diagnosticar a todos, lo cual es poco probable y sumamente oneroso.
Las pruebas rápidas aún no han sido autorizadas porque no se tiene certeza de su efectividad al 100%. Algunos indican que alcanzan un 80%, lo que representa un riesgo del 20%, demasiado alto para un tema tan delicado.
Supongamos que le realizan una prueba y sale negativo. Entonces, ¿qué hace? ¿Cuál es el siguiente paso? La lógica indica quedarse en casa.
Siempre existirá la duda: que si en el trayecto del laboratorio al hogar uno se contagia, o que si estaba en la fase inicial de la enfermedad —donde, según expertos, pasan algunos días antes de que las pruebas la detecten—. Entonces, llega uno feliz de la vida a abrazar y besar a todos… y esa acción lo puede convertir en el asesino de sus seres queridos, con mayor probabilidad los de edad avanzada. Vaya contrariedad, ¿no cree?
Necesitaríamos una especie de “covidómetro”, como el glucómetro de azúcar, para hacernos la prueba en casa cada semana y decidir los pasos a seguir en nuestro día a día.
Para que funcione una “cruzada de pruebas”, primero sería necesario contar con una prueba rápida 100% efectiva. Que pudieran hacerse a domicilio, en automóviles, o que existieran pruebas caseras de venta en farmacias, pero siempre después de que el examinado hubiera permanecido al menos 14 días en casa. Una vez con resultado negativo, quedarse en casa hasta nuevo aviso para evitar contagios.
En resumen, prácticamente lo mismo que ya se hace en todo el mundo: distanciamiento social.
Hacer pruebas semanales a toda la población que se transporta y trabaja es imposible y carísimo. Ningún gobierno lo hará.
Alguien podría pensar: “qué locura, al hacer pruebas se segrega a los enfermos y los demás quedan inmunes”. No es tan sencillo. Siempre habrá un asintomático despistado que funcione como paciente cero, repitiendo el ciclo una y otra vez.
La inmunidad de rebaño
Para alcanzarla se necesitaría que el 70% de la población se infectara y, al menos, el 6% muriera. Otra opción inviable.
Aún no se sabe exactamente cómo funciona el virus en el organismo. Algunas personas no presentan síntomas y no sufren estragos. Otras, jóvenes y adultos mayores, mueren en pocos días. Salir de casa es jugar a la ruleta rusa.
El virus afecta los pulmones y éstos dejan de llevar oxígeno a los órganos, lo que causa falla generalizada y desenlace fatal. La muerte puede ocurrir en cuestión de horas cuando se presenta la insuficiencia respiratoria. Además, surgen otros efectos que se estudian día con día.
Solo queda actuar como si todos estuviéramos contagiados. Seguir las indicaciones de las autoridades, mantener la sana distancia, lavarse las manos constantemente.
Los guantes no sirven de nada: generan falsa confianza y todo lo que se impregna en esas “armas salvadoras de hule” va a dar a la cara. Prácticamente es como lamer el celular de vez en cuando. Claro que, si lava los guantes como si fueran sus manos, pueden funcionar en caso de que tenga problemas dérmicos y deba usarlos por recomendación médica.
Limpiar el celular con alcohol, lavar las llaves con jabón y aplicar todas las recomendaciones que hemos visto, escuchado y leído.
Si actuamos como portadores del Covid-19 y cuidamos lo que hacemos, los contagios bajarán sin duda. Podremos implementar una “nueva normalidad” mientras llega el tratamiento ideal o la vacuna. No se puede dejar encerrados a millones de ciudadanos: el colapso económico y psicosocial sería catastrófico.
En nuestras acciones quedará el impacto de esta pandemia que llegó para quedarse un buen tiempo.
Recuerde que la jornada nacional de sana distancia termina el 31 de mayo, y a partir de ahí se empezará a regresar, con cuidado y múltiples protocolos, a la llamada “nueva normalidad”. Siempre y cuando los titulares del poder ejecutivo estatal lo determinen, pues son las autoridades sanitarias en sus entidades.
Para evitar nuevos confinamientos, habrá que seguir las reglas al pie de la letra. Así, y solo así, podremos transitar por esta etapa tan traumática para los humanos en la vida contemporánea de una manera más “ligera”.
Recuerde: lavado de manos, uso de mascarillas de buena calidad, protecciones oculares, limpieza extrema de empaques y superficies, sana distancia y, sobre todo, evitar llevarse las manos a la cara.
Huya de la nube que emana la cavidad bucal de las personas con las que convive.
El uso de caretas plásticas será una moda en este nuevo mundo.
Ahora las caretas de los humanos serán visibles.
Cabe aclarar que las pruebas para detectar anticuerpos en quienes tuvieron la enfermedad y son candidatos a donar plasma es otra historia.
Así mismo, habrá quienes en la realidad estén infectados y su “diversión” sea contagiar a los demás.
Hay de todo en este mundo.
Hasta la próxima.