El nervio que calma el alma

Salud y orientación
Tipografía
  • Diminuto Pequeño Medio Grande Más Grande
  • Default Helvetica Segoe Georgia Times

Respira. Canta bajito. Cena ligero. Duerme temprano. Llena tu Bentley de lo mejor. No necesitas ser médico para cuidar la máquina más perfecta que existe: tú...

Imagina que tu cuerpo es como un Bentley. No cualquier coche: uno de esos autos silenciosos, elegantes, de motor perfecto, que se deslizan sin esfuerzo. Ahora, imagina que ese Bentley tiene una central eléctrica secreta, una especie de cable maestro que lo conecta todo por dentro. Ese cable se llama nervio vago, y aunque su nombre suena a “pereza”, en realidad es lo más trabajador que tienes.

El nervio vago recorre desde el cerebro hasta lo más profundo del abdomen. Va tocando el corazón, los pulmones, el estómago, los intestinos… como si fuera un afinador que regula los instrumentos para que no desafinen. Cuando está bien, todo fluye. Comes sin dolor, respiras sin esfuerzo, duermes como un niño y te sientes en paz. Cuando no está bien… bueno, ahí empieza el ruido: ansiedad, problemas digestivos, palpitaciones, insomnio.

Este nervio forma parte de lo que se llama el “sistema parasimpático”, que es como el freno de mano del cuerpo. Mientras el sistema simpático te pone en alerta (para correr, defenderte o pelear), el nervio vago hace lo contrario: te calma, te baja el ritmo, te dice que todo está bien.

Y aquí viene lo más hermoso: podemos ayudarle a hacer mejor su trabajo.

¿Cómo se cuida el nervio vago? Con cosas que parecen chiquitas, pero que son gigantes. Respirar lento y profundo (sí, así de simple). Cantar, tararear, incluso reír. El nervio vago ama las vibraciones suaves que se generan en la garganta. También le gusta que lo muevan con suavidad: por eso funcionan los masajes, los baños tibios, caminar descalzo sobre pasto o arena.

Pero como todo buen motor, necesita combustible de calidad. Para que el cerebro y el cuerpo entero funcionen bien, hacen falta ciertos ingredientes que, aunque no se ven, lo hacen todo posible. Por ejemplo:

  • Vitaminas del complejo B, sobre todo la B1, B6, B9 (ácido fólico) y B12. Son como los mecánicos de lujo del cerebro. Ayudan a producir neurotransmisores, esas sustancias que regulan el estado de ánimo, el sueño y el pensamiento.
  • Magnesio: el mineral que relaja los músculos y también la mente. Ayuda a que el sistema nervioso no esté sobrecargado.
  • Omega 3: esos aceites buenos que lubrican tu Bentley interior. Protegen las neuronas y mejoran el humor.
  • Aminoácidos: son como las piezas del motor. Sin ellos, no se producen ni serotonina ni dopamina, las sustancias que te hacen sentir motivado, contento o en equilibrio.
  • Sales minerales: como el zinc, el calcio y el potasio. Parecen detalles menores, pero sin ellos, los impulsos eléctricos del cerebro no se transmiten bien. Y si el cerebro no comunica bien, el cuerpo se descoordina.

¿Y la gasolina emocional? También importa. Dormir bien, evitar el estrés constante, rodearte de gente que te haga bien, escuchar música que te relaje, tener momentos de calma sin pantallas. Todo eso alimenta al nervio vago. Porque sí: también se nutre de emociones.

Así que la próxima vez que te sientas raro sin razón, antes de pensar que todo está mal, recuerda esto: tal vez solo estás desincronizado. Tal vez el cable maestro necesita que lo trates con más cariño.

Respira. Canta bajito. Cena ligero. Duerme temprano. Llena tu Bentley de lo mejor. No necesitas ser médico para cuidar la máquina más perfecta que existe: tú.

Tobías Cruz